Cruzar la aduana con un perro o un gato no es tan simple como cargar el auto y salir a la ruta. Requiere una sincronización máxima de 10 días entre la visita al veterinario privado y la gestión oficial ante el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), que, de no cumplirla, podría echar por tierra la planificación de las vacaciones o los traslados internacionales de las mascotas.

“Los mayores inconvenientes que registramos año a año tienen que ver con las fechas del certificado de buena salud, que si sobrepasan los diez días al momento de viajar, resultan inválidos, porque el sistema va tomando automáticamente la vigencia. Si no lo cumple, lo rechaza”. dijo a PRIMERA EDICIÓN el veterinario del Senasa, Marcos Román Tamis.
“El otro problema es que generalmente los tutores no presentan los certificados de vacunación antirrábica oficiales, sino que presentan la libreta. Entonces se requiere una gestión vía online y hasta que no hay respuesta por sistema, no se permite la salida de ese animal. Mucha gente no lo sabe y se les complica”, prosiguió el veterinario, quien resaltó, no obstante, que el sistema de autogestión “ha simplificado notablemente los tiempos de espera”.
E indicó: “Prácticamente todas las oficinas de la provincia de Misiones están habilitadas para el sistema que combina presencial u online, salvo la de 25 de Mayo que es relativamente nueva. Por otra parte, en Bernardo de Irigoyen solamente se otorga la cédula digital”, prosiguió el veterinario.
El documento fundamental para todo este proceso de viajar con las mascotas que sean perro o gatos, se denomina CVI (Certificado Veterinario Internacional) otorgado por el Senasa, y va de de acuerdo con las exigencias del país de destino.
Según explicó el hombre “este papel es la garantía de que el animal cumple con las exigencias sanitarias para ser trasladado al exterior”. Dentro de este certificado de buena salud, que debe incluir la fecha exacta de confección, el veterinario privado debe certificar la aplicación de los antiparasitarios requeridos. “Se tiene que hacer tanto interno como externo. Hay algunos antiparasitarios que ya son para los dos tipos de parásitos, entonces con uno solo ya se cubre el requisito”.
A su vez, se reiteró que los certificados tienen distintas tarifas, que se abonan aparte de la visita al veterinario, y van a depender de la urgencia en obtenerla, que como máximo tienen una demora de 72 horas.
“Los valores tienen distintas variables, porque el mismo sistema es el que va emitiendo la facturación, por lo tanto conviene que el usuario consulte directamente con la oficina de la localidad donde va a realizar el trámite”, sostuvo Tamis.
El proceso digital permite que el usuario cargue la información solicitada según el país al que viaja. Una vez ingresados los datos, el trámite es derivado a la oficina más cercana o disponible para la confección final del documento.
“De manera presencial, también tienen que acercarse con la documentación que se solicita y también se realiza la confección del certificado internacional”, agregó.
La durabilidad de CVI
El certificado internacional tiene vigencia de 60 días para Brasil y Paraguay. En cambio, para Chile o Uruguay es de 30 días, aclaró el representante del organismo. Esto significa que los viajeros pueden ir y volver con el mismo papel dentro de ese período, siempre y cuando la vacuna antirrábica no venza en el medio de las vacaciones.
Sobre este punto, Tamis recomendó prevenir: “Por las dudas, conviene darle una dosis preventiva si se le vence cuando está fuera del país”, sugirió.
Paso a paso de la gestión digital
El sistema de autogestión de Senasa se convirtió en la herramienta predilecta para evitar filas, aunque requiere atención al detalle por parte del usuario. El proceso comienza en www.senasa.gob.ar, donde se selecciona el apartado de traslado de mascotas. Allí, el sistema solicita cargar los datos del propietario, del animal y del destino.
Es vital contar con los archivos digitalizados (fotos o escaneos legibles) del DNI, la vacuna antirrábica y el certificado de salud vigentes. Una vez cargada la solicitud, esta viaja a una central que la distribuye a la oficina correspondiente según la zona del usuario.
Tras la carga, el sistema emite una boleta de pago. Apenas se acredita el abono, el inspector veterinario revisa la documentación. Si todo está correcto, el CVI con firma digital llega al correo del solicitante, listo para imprimir o mostrar en frontera. Todo el circuito, si no hay observaciones, suele resolverse en el mismo día, salvo contingencias de conectividad.





