Dos de los seis docentes finalistas del Premio Docentes que Inspiran son misioneros. Se trata del profesor de la EPET 18 de Puerto Esperanza Edgardo Doberstein y la profesora de inglés del Instituto de Enseñanza Agropecuaria en Montecarlo (Colonia Guatambú), Gabriela Büttner. Fueron seleccionados entre 2.100 docentes de todo el país.
Sus historias son diferentes pero se parecen en lo extraordinario: enseñan a sus alumnos el valor del conocimiento, construyen puentes para que todos los chicos puedan aprender, son queridos y valorados por sus pares. Y ambos lo hacen por el devaluado salario docente.
Un sentido para cada pieza
“Llegué cubriendo una suplencia y me enamoré de la enseñanza, de transmitir y ver el brillo en los ojos de mis alumnos en proyectos innovadores”, contó Doberstein que aún hoy, luego de diez años de docencia, tiene unas pocas horas cátedras porque su empleo principal es en una empresa privada.
Desde su llegada a la EPET 18 en 2015, colaboró con el área de desarrollo tecnológico de la institución educativa, con el objetivo de una asistencia social. “Buscamos generar empatía y ayudar al prójimo, crear ayudas técnicas que mejoren la calidad de vida de personas con discapacidad”, explicó.
Con el apoyo de los directivos, introdujo la impresión 3D como herramienta pedagógica, algo que en ese momento era muy novedoso. “Hoy todas las escuelas tienen una impresora 3D, pero nosotros quisimos que cada pieza tuviera un sentido y que sirviera para ayudar a alguien”, contó.
Así nacieron proyectos como manos mecánicas, pies ortopédicos y materiales en braille. Aunque, uno de los desarrollos más conocidos es “El Mono Leo”, un muñeco didáctico que enseña braille a niños ciegos. “A raíz de una nota sobre nuestro trabajo, un profesor de una escuela para niños ciegos en Salta nos contactó. Ahora vamos a enviarle el mono para que ayude a un nene de tres años que está aprendiendo braille”, relató con orgullo.
En diálogo con FM 89.3 Santa María de las Misiones, el docente recordó que durante la pandemia, junto a sus alumnos, crearon un termómetro infrarrojo que testeaba el olfato, que fue utilizado en una jornada electoral cuando el dispositivo oficial falló. “Eso fue un punto de inflexión: vimos cómo algo hecho en la escuela podía tener impacto real en la comunidad”, recordó.
Actualmente, con sus estudiantes de quinto año trabajan en un proyecto de contabilidad ambiental junto a otra escuela misionera, con el objetivo de medir la huella de carbono. El proyecto será presentado en el Parlamento de Misiones.
“La educación me salvó”
Para la profesora de Inglés y licenciada en Lengua Inglesa, Gabriela Büttner, la educación fue su salvación y trabaja para ofrecer a sus alumnos esas posibilidades que a ella le permitieron ser quien es hoy. “En ellos me veo a mí misma, ese es mi sentido como docente, darles la oportunidad de soñar y pensar en otro futuro”, aseveró a PRIMERA EDICIÓN.
Contó que, en 2012, cuando comenzó en el IEA 8 notó que el material de inglés era muy avanzado para esos alumnos que no tuvieron esa materia en primaria o tenían una base muy básica. Así comenzó a adaptar el contenido, algo que hace la mayoría de los docentes, pero en su caso se transformó en un libro con una secuencia y actividades pensado en el alumno, con sugerencias para el docente e incluso con audios que desarrolló con IA. “Hoy, este libro se usa en Buenos Aires, Ushuaia, Tucumán, Entre Ríos, Corrientes, varias partes de Misiones y ahora está por ir a Río Negro”, contó.

Educación emocional
Büttner hace de la educación emocional el sello distintivo de su trabajo como docente, “tenemos alumnos que provienen de contextos muy difíciles, con situaciones familiares complicadas, por lo que a ese alumno no le interesará inglés si tiene un montón de problemas en su cabeza. Por eso, trabajamos para que ellos puedan gestionar sus emociones, así encontrarán el sentido a estar en el aula y formarse para que su futuro mejore”.
Su día a día no es sencillo, trabaja en la prevención del suicidio y de la violencia de género y de la violencia en general, “fui víctima de violencia y comparto con los chicos todo lo que aprendí para que ellos puedan detectar a tiempo las señales y salir de estas relaciones”, confió.
Como si fuera poco, ahora proyecta hacer un vivero con botellas, “Alfredo Santa Cruz, especialista en reciclado de botellas, nos enseñó a hacer un vivero con botellas. Ya reciclamos los pallets, las botellas y estamos armando las mesas para los plantines… la idea es hacer un prototipo a escala, como una especie de laboratorio vivo para que los chicos puedan comparar cómo funciona ese vivero respecto a los tradicionales.”




