Durante la segunda audiencia de debate oral en el Tribunal Penal 2 se lanzaron dos cartas claras sobre la mesa en la que se juegan las posibilidades de los seis policías acusados de torturar y matar a un albañil de 33 años, el 19 julio de 2019 en esta capital.
Antes de ser detenido y golpeado, el reclamo por el presunto intento de robarse una botella de whisky de 104 pesos ya había sido solucionado por el amigo que acompañaba a Carlos Raúl Guirula, que le pagó al conserje del albergue transitorio ese monto y que, segundos después, cuando los protagonistas se aprestaban a retirarse del lugar en un automóvil, arribó la camioneta de la comisaría Decimotercera y la oficial Tabárez ordenó la detención y le pateó la cabeza, en el piso y ya esposado, mientras la víctima intentaba defenderse.
La discusión en el motel de la avenida Andresito y Santa Catalina fue relatada ayer por dos actores clave: el conserje o encargado del servicio y el amigo de Guirula que lo acompañó, pero que estuvo en otra habitación del albergue transitorio.
El procedimiento y la golpiza a Guirula para esposarlo y subirlo arrastrando a la patrulla de la Decimotercera, con la colaboración de efectivos del Comando Radioeléctrico, fue detallada por el suboficial y también acusado junto a sus camaradas por “torturas agravadas seguida de muerte” y “ocultamiento de pruebas”, Carlos Alberto Da Silva, quien solicitó declarar ante los jueces Gregorio Augusto Busse, Fernando Luis Verón y Miguel Mattos, los dos últimos subrogantes.
Sin preguntas, lanzó: “Fue (Lourdes Beatriz) Tabárez quien da la orden de detenerlo al muchacho que había ingresado al Renault 19 blanco para irse con otras dos personas. Se sentó en el asiento delantero del acompañante y Tabárez se metió por la puerta trasera. Con Claudio Servián (policía acusado) intentábamos controlarlo agarrándolo de las manos para sacarlo y esposarlo. Servián le da tres golpes en el estómago para reducirlo, llegan los policías del Comando y logramos ponerle las esposas por la espalda y boca abajo en el piso”.
Respecto a los efectivos del Comando, Da Silva señaló que el acusado Ricardo Rafael Escobar le pide el gas pimienta a Lucas Nahuel Saravia Allosa y que este último le rocía el químico en el rostro a Guirula que oponía resistencia al arresto. “Escobar y Tabárez le patean la cabeza y no había necesidad alguna, ya estaba esposado”, relató Da Silva los movimientos para intentar subirlo a la patrulla en la entrada del motel.
Pero su versión incluyó además el trayecto desde el motel a la comisaría Decimotercera, 28 cuadras, con la víctima en la caja de la patrulla, camioneta Toyota. Remarcó que antes de subirlo le pregunta a Tabárez si primero lo iban a llevar a Sanidad Policial para revisarlo, lo que correspondía, pero la respuesta fue negativa e imperativa: “Yo estoy a cargo y vamos a la comisaría”.
Da Silva afirmó que sobre la caja de la camioneta y boca abajo fue subido Guirula y como seguía moviéndose “Escobar se le sube en la espalda y comienza a saltar arriba” hasta llegar a la Decimotercera. En el playón interno “Servián indica que no se movía y me ordena que le tire agua. Todavía estaba en la caja de la camioneta. Cargo agua en un balde y se la arrojo en la cara. No reaccionaba y lo bajaron para hacerle RCP en el piso, entre diez y quince minutos se intentó pero se llamó a una ambulancia”.
Da Silva fue interrogado por el fiscal Vladimir Glinka sobre qué hizo cuando veía que Escobar le saltaba encima a Guirula: “Le dije ‘bajate’, Saravia también le gritó que lo hiciera pero no hizo caso. Yo era el agente más nuevo, no podía hacer nada, tenía dos años de carrera recién”.
Otro de los acusados que solicitó hablar ayer fue Carlos Alberto Zidorak, oficial ayudante entonces en funciones en el Comando Radioeléctrico Centro y quien llegó detrás de la camioneta de la comisaría al motel.
Manifestó que no vio más que un golpe durante el procedimiento para reducir a Guirula, “un pie apoyado en la cabeza por Escobar” y que tampoco oyó o vio a alguien arrojar gas pimienta a la víctima.

Primeros testigos
Victoriano De Nacimiento, compañero de trabajo de Guirula y quien condujo el Renault 19 con el que llegaron al motel, declaró ayer como testigo en el debate. Contó que salieron de trabajar -viernes 18 de julio de 2019 cerca de las 21- de una obra cerca de la costanera y fueron a un pool de la avenida Lavalle a tomar cerveza y jugar. Los acompañaba un sobrino y que al salir de allí pactaron con dos jóvenes ir al motel, los cinco.
Alrededor de las 3 cuando se retiraban se inició el incidente por el reclamo de una mucama, quien también declaró ayer, que faltaba una botella de whisky en la habitación que había ocupado Guirula.
“Él se enojó, discutió con el conserje y luego golpeó la puerta de vidrio de la conserjería. Pero yo me hice cargo de la deuda. Ahí llegó la policía, cuando ya estábamos por irnos en mi auto. Le digo a la oficial que estaba ya solucionado el problema, que yo me hacía cargo y lo sacaba a Raúl de allí. Pero me dijo que no, que tenía que quedar detenido y me ordenaron irme con mi sobrino del lugar en mi auto”.
Con este relato a su turno, coincidió Emanuel Silva, empleado del hotel transitorio, quien afirmó que la deuda había sido pagada antes que llegue la policía. “Yo le abrí el portón a la patrulla y se bajó una mujer que dijo ‘lo vamos a llevar igual’. Se inició el forcejeo con los policías y recuerdo que la oficial le pateó la cabeza (a Guirula) con saña, con ira, con bronca, se notaba”.
Rolando González, el conserje, fue el último testigo y fue aún más contundente para recordar once años después lo ocurrido: “Sí, estaba áspero el tema. Creo que tenían ganas de hacer una travesura y no pagar el whisky. En medio de la discusión de ellos (Guirula, su amigo y el sobrino) les digo que iba a llamar a la policía para intimidarlos y que me paguen y se hizo cargo el compañero del automóvil, pagó y cuando se iban a retirar llegó la policía. Los recibo y les aviso que ya estaba todo solucionado pero ellos responden que igual debían proceder y lo sacaron a Guirula esposado y rodeado. Después a las 8 vino un policía a comunicarme que había muerto y me llevaron a declarar a la comisaría Decimotercera”.









