El 17,1% de los adultos en edad jubilatoria sigue trabajando y la prolongación de la actividad laboral se concentra en la franja de 60 a 74 años, según el dosier estadístico que publicó el INDEC.
La jubilación es un derecho adquirido, pero no garantiza condiciones económicas dignas.
Así también, los menos, están quienes toman la decisión de seguir trabajando porque les da placer, les mantiene la rutina y les permite sentirse útiles.
Los motivos de estirar el rol activo aun después de efectivizarse el cambio de status previsional suelen deberse a la necesidad económica, a la desigualdad de género y la discriminación por edadismo.
En el caso de los 4,5 millones de jubilados que cobraron en septiembre el haber mínimo de $390.214, con bono incluido, aquellos que no cuentan con ayuda familiar o ahorros, ese dinero apenas cubre la tercera parte del costo de una canasta básica que releva la Defensoría de la Tercera Edad, que en octubre alcanzó los $1.514.074.
La misma situación atraviesan los beneficiarios de la Pensión Universal para Adultos Mayores (PUAM) y los que perciben pensiones no contributivas, que el mes pasado cobraron $326.222, con el bono de $70.000 incluido.
Sin importar el estado físico, psicológico o de salud en que transiten esa etapa de la vida, no tienen otra opción que continuar ocupados, aunque sea en modo precario, para poder afrontar los $402.880 en medicamentos, $348.000 en alimentos y $107.444 en limpieza.
Aquellos que no tienen vivienda, la estadística les asigna un costo adicional de $294.000.
La encuesta se lleva a cabo trimestralmente en CABA, el conurbano bonaerense y las ciudades de Mendoza, Córdoba y Rosario.
El porcentaje de jubilados pobres se ha duplicado en un año, llegando a casi el 30% en el primer semestre de 2024, según Statista.
Línea de pobreza
Un informe de la ONG HelpAge International dio cuenta de que el 73% de los adultos mayores se encuentran bajo la línea de pobreza.
El 47% de los 6,12 millones de beneficiarios del SIPA cobra haberes menores o iguales al mínimo, el 17% entre una y dos jubilaciones mínimas y el 36% restante ingresos iguales o mayores a dos haberes mínimos.
Si bien el INDEC identifica a un 17% que sigue trabajando, para lo cual muchos jubilados pasaron a ser monotributistas, la realidad del mercado indica que el porcentaje sería mayor si no hubiese habido una caída de la producción y el consumo.
Uno de los golpes más duros durante el Gobierno de Javier Milei fue la quita de la cobertura del 100% en algunos medicamentos del PAMI y las restricciones para acceder a los que continúan con beneficio.
Se agrega el impacto de los servicios y el transporte en sus presupuestos, lo que acentúa la pobreza.

Trabajo en negro
Los jubilados son, asimismo, carne de cañón para la economía informal, que en el segundo trimestre ascendía al 43,2%.
La crisis de ingresos y el trabajo precario constituyen una reforma laboral de hecho que el Gobierno de Milei implementa sin pasar por el Congreso.
Esperan los resultados electorales varios proyectos de ley que proponen elevar la edad jubilatoria a 70 años en 2030 y crear una Prestación Básica Universal (PBU) junto con una Prestación Proporcional (PP).
También se busca eliminar el requisito de 30 años de aportes para acceder a la PBU y ajustar la movilidad de los haberes.
El sistema previsional de reparto fue diseñado para una época con menor expectativa de vida. Hoy ronda los 80 años, lo que quiebra el equilibrio entre aportantes y beneficiarios.
El resultado es un sistema deficitario, con jubilaciones bajas y alta demanda de salud pública. Actualmente, uno de cada diez adultos mayores carece de cobertura previsional, y entre quienes acceden, los haberes son insuficientes.
A eso se suma una brecha de género del 27%, con mujeres que cobran menos que los varones.
Las reformas estructurales abarcan los frentes impositivo, laboral y previsional, pilares del RIGI, que no logra atraer inversiones.
Sin inversiones y empleo formal, no se ampliará la base de aportes.
El proceso requiere simplificar leyes laborales, reducir la informalidad y rediseñar el sistema jubilatorio ante la mayor longevidad.
La rutina de continuar
También están los que eligen seguir trabajando: profesionales, docentes o emprendedores que se niegan a abandonar su proyecto.
En esos casos, el trabajo es sostén de identidad, vínculos y sentido de utilidad.
“Cuando el trabajo es una elección, puede tener efectos positivos en la salud física y emocional (…). Pero cuando es una obligación para sobrevivir, aparece desgaste, angustia y cansancio mental”, advierten desde el Centro de Cuidado Hirsch.
Según el INDEC, tanto en los hogares más pobres como en los más ricos, la tasa de trabajo en la vejez es mayor: en los primeros por necesidad, en los segundos por elección profesional.
Fuente: Agencia de Noticias NA





