El 31 de agosto de 1999, un vuelo de Líneas Aéreas Privadas Argentinas (LAPA) partió desde Buenos Aires con destino a Córdoba y terminó en una tragedia que dejó 65 muertos y más de 30 heridos. El avión no logró despegar correctamente, siguió su carrera más allá del aeropuerto, cruzó una avenida y chocó contra varias máquinas viales y una planta reguladora de gas en Punta Carrasco. Este accidente es uno de los más fatales en la historia de la aviación argentina.
Entre las víctimas hubo pasajeros, pilotes y tripulación de cabina, aunque también hubo sobrevivientes, muchos con secuelas permanentes. Uno de los sobrevivientes más afectados fue el ingeniero Benjamín Buteler, a quien le amputaron ambas piernas y un brazo perdió movilidad a raíz del accidente.
En diálogo con la agencia Noticias Argentinas, Buteler recordó: “La ‘pucha’ 26 años. Es ahí donde te das cuenta cuanta vida ha pasado desde ese momento… Fue un antes y un después”.
Relató que el accidente transformó su vida física y emocionalmente en un proceso que definió como “cruzar el desierto”. Sin embargo, afirmó que aprendió a amar la vida tras esa experiencia: “Yo creo que lo primero es que uno tiene que amar la vida, porque uno se da cuenta de que hay que amar la vida en ese momento, después de todo ese proceso”.
También reflexionó sobre la fragilidad de la existencia: “Cuando uno es más joven, cree que la vida es larguísima, pero en realidad te muestra que es tan frágil que en un segundo la perdes”.

El ingeniero recordó que aquel martes se subió “al avión equivocado” y que “diez segundos fueron suficientes para cambiar la vida de 65 personas que murieron y de 35 que sobrevivimos”. A pesar del dolor, Buteler remarcó que la vida le ha dado recompensas, como la posibilidad de disfrutar de sus hijos y nietos y próximamente acompañar a una de sus hijas al altar.
Los días posteriores al accidente fueron críticos para Buteler, quien estuvo un mes en terapia intensiva y varios meses hospitalizado entre Buenos Aires y Córdoba. Contó que tuvo que ser amputado tres veces y que el proceso de recuperación continúa hasta hoy: “Esto es día a día. Hoy te digo que estoy bien, mañana no lo sé”. A pesar de las limitaciones, se esfuerza por adaptar su vida, dejando atrás actividades imposibles como la pesca de trucha y buscando nuevas formas de vivir.
En cuanto al rescate, Buteler destacó la valentía de Mauricio Donkin, un hombre que estaba en la zona y ayudó a salvarlo junto a otras personas: “Lo pude conocer por los periodistas que cubrían el caso y nunca dejé de agradecerle”. Reconoció un vínculo especial con Donkin, quien arriesgó su vida sin pensar en el peligro.

Las investigaciones oficiales señalaron que la causa inmediata del accidente fue la negligencia de la tripulación, que olvidó extender los flaps para el despegue y desestimó una alarma sonora que advertía sobre esta configuración errónea. Aunque los pilotos fallecieron, el juicio se centró en directivos de la empresa y funcionarios públicos, con condenas anuladas finalmente por prescripción judicial.
Benjamín Buteler comentó sobre el juicio: “Lo seguí, pero no era la parte importante de mi vida, si no que siguió siendo mi familia, mis afectos, reconstruir, seguir adelante”. Criticó la resolución final: “Sin dudas la Justicia es una pata importante para que este país mejore, pero con esta resolución no se demostró. Acá se hizo todo mal”.
Fuente: Agencia de Noticias NA









