El martes 9 de julio de 1816, los 29 diputados del Congreso de Tucumán suscribieron el Acta de Independencia declarada por el Congreso de las Provincias Unidas en Sud América. De esta forma, la Argentina dejaba de ser colonia de España.
A pedido del diputado por Jujuy, Sánchez de Bustamante, se trató el “proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia del país”.
Bajo la presidencia del sanjuanino Narciso Laprida, el secretario, Juan José Paso, preguntó a los congresales “si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre de los reyes de España y su metrópoli”. Todos los diputados aprobaron por aclamación la propuesta.

En medio de los gritos y vivas de la gente, los representantes fueron firmando el Acta de Independencia. “Es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias, romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli”, dice un fragmento del acta, al que el 21 de julio se le añadió “y toda otra dominación extranjera”.
En el Congreso estuvieron representadas las provincias de Buenos Aires, Tucumán, Salta, San Juan, Mendoza, San Luis, La Rioja, Catamarca, Córdoba, Jujuy y Santiago del Estero. Además, quienes venían de regiones que hoy pertenecen a la República de Bolivia, como Charcas, Chichas y Mizque.
Acta perdida
El acta original, firmada por todos los miembros del Congreso, fue redactada en el libro de actas de las sesiones públicas de dicha asamblea. Ese libro se ha perdido.
Algunos historiadores consideran que fue depositado en 1820 en la Legislatura de Buenos Aires, de donde posteriormente habría sido sustraído.
En el Archivo General de la Nación Argentina se conserva una copia, realizada por el secretario Serrano a fines del mes de julio de 1816.

Fiesta
El 6 de julio de 1826, Bernardino Rivadavia, presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, ordenó que el 9 de julio se conmemorase juntamente con el 25 de mayo pues consideraba que “la repetición de estas fiestas irroga perjuicios de consideración al comercio e industria”.
Pero Juan Manuel de Rosas, durante su segundo gobierno, y a punto de celebrar los 20 años de la Declaración de la Independencia, dispuso mediante un decreto promulgado el 11 de junio de 1835, que la celebración del 9 de julio debía hacerse con los mismos preceptos que el 25 de mayo.
La Casa de Tucumán
Cuando se declaró la independencia en 1816, la dueña de la casa de la calle del Rey era ya una mujer que había pasado los 70 años. Se llamaba Francisca Bazán de Laguna y había nacido en la provincia de Tucumán por 1740.
En 1762 la mujer, que descendía del conquistador español Juan Gregorio Bazán y de Juan Ramírez de Velazco, se casó con el español Miguel de Laguna. Como dote, el papá de Francisca aportó la casa que es la que pasaría a la historia.
La casa fue construida por 1760. Concebida como una residencia señorial, del zaguán de entrada se pasaba a dos ambientes; luego, se accedía a un primer patio, estaba rodeado de las habitaciones que ocupaban la familia, y que incluían la sala y el comedor. Después de traspasar tres salones, se llegaba a un segundo patio en el que se encontraban las dependencias para el personal de servicio, la cocina, el pozo de agua y las letrinas; el terreno finalizaba en una huerta.
Luego de la Batalla de Tucumán, en septiembre de 1812, el Gobierno se la alquiló a Juan Venancio Laguna, uno de los hijos de Francisca, que era el que llevaba adelante los asuntos de la familia, ya que el padre había fallecido en 1806.
Se la destinó para alojamiento de la tropa, almacén de guerra y Aduana. Francisca, junto a su familia, debió mudarse a una propiedad lindera.
Cuando decidió celebrarse el Congreso que terminaría declarando la independencia “la tradición sostiene que Francisca la prestó”. Lo cierto fue que el Gobierno determinó que la casa fuese la sede porque “ya la venía alquilando”.

En febrero de 1816 comenzaron a acondicionarla. Gracias a comprobantes de pago de materiales guardados en el archivo histórico local, se determinó que el frente se pintó con cal y las aberturas de azul prusiano, que simbolizaban los colores de la bandera. Según los historiadores, en 1816 las paredes no estaban pintadas de amarillo ni las aberturas de verde.
Para el salón de las deliberaciones de los diputados, se eligió uno de los comedores. Para hacerlo más amplio, se demolió una pared de adobe, con lo que se amplió su capacidad. Se repararon los techos, se construyeron letrinas y se llevaron más muebles.
Así fue cómo en la histórica casa se declaró la independencia el martes 9 de julio de 1816 a las 15 horas. El congreso había comenzado sus deliberaciones el 24 de marzo y sus diputados se alojaron en casas de familia cercanas.
La vivienda siguió luciendo como en 1816 hasta que en 1941 el arquitecto Mario Buschiazzo lideró el proyecto de reconstrucción, que fue oficialmente inaugurada en 1943.











