En distintas localidades de Misiones, la actividad hípica enfrenta una situación de incertidumbre legal, que, según los organizadores “pone en riesgo una tradición con décadas de historia”. Recientemente en Aristóbulo del Valle y ahora desde El Soberbio y San Vicente, organizaciones y trabajadores vinculados a las carreras de caballos denunciaron “falta de regulación, rechazo institucional y trabas para realizar eventos que, hasta hace poco, se desarrollaban sin mayores inconvenientes”, dijo a PRIMERA EDICIÓN el propietario de campos hípicos, Eduardo Reinehr.
Contó que la falta de una normativa específica provocó que, en algunos lugares, entre los cuales se encuentra El Soberbio, está prohibido el desarrollo de estas competencias, “mientras que en otros se siguen realizando bajo iniciativa privada o con respaldo municipal”, dijo enfático.
“Hasta este momento se viene dando que algunas localidades, sea por iniciativa privada o asociaciones, algunas tienen los permisos y el camino allanado y otras, como nosotros, que en su momento hacíamos eventos sin ningún tipo de problemas, hace dos años empezamos a tener trabas”, relató Reinehr, quien también es uno de los impulsores de la regulación. De acuerdo a sus palabras, la situación se agrava cada vez más “por la ausencia de un organismo que asuma la responsabilidad”.
“Ponele que nosotros no estamos pudiendo reglamentarlo, ¿no? No encontramos salida para darle porque la comisaría no autoriza, porque hay apuestas… Ellos no nos dan las autorizaciones. Se entiende. Con el tema de las apuestas tiene que intervenir el IPLyC. Vas al IPLyC y nos dicen que como es un deporte, hay que ir al Ministerio de Deportes, pero de ahí te mandan a la Municipalidad de tu pueblo. Te dan vueltas y nadie se quiere jugar”, dijo. Y luego agregó: “No hay ningún argumento legal que lo impida, no hay una ley, una ordenanza siquiera que lo impida. Porque por ahí pensamos que había alguna cuestión, alguna traba que tenía que ver con lo administrativo, con el estado de los caballos. Pero directamente no nos atienden”.
A pesar de los intentos, Reinehr asegura que hasta ahora no encontraron interlocutores dispuestos a avanzar en una solución. “Intentamos buscarle la vuelta, porque de un momento para el otro nos dijeron que no podíamos hacer más la actividad. Y entonces empezamos a buscar la forma de hacerlo legalmente y no encontramos nada. Siempre estuvimos predispuestos a reglamentarlo, pero nunca encontramos a quién recurrir para llevar eso adelante”.
Frente a este vacío legal y administrativo, los impulsores piden una normativa que regule la actividad. “Estamos dispuestos. Entendemos que por ahí hubo excesos en ciertos lugares, casos puntuales. Pero también entendemos que en Misiones se venían haciendo carreras todos los fines de semana en años anteriores, ¿no es cierto? Todos los fines de semana había carreras de caballo y no había inconvenientes. Después, por dos casos puntuales que ni siquiera ocurrieron en nuestros campos, directamente nos dan la negativa, mientras que otros muestran que el turf anda muy bien”, amplió Reinehr.
Para el hombre, la percepción de la gente también se convirtió en un obstáculo. “El turf acá tiene un rechazo social porque mucha gente ve como algunos chicotean a los caballos para que corran más, o porque hay casos de personas que apuestan todo lo que tienen, la casa, la familia, en una carrera”, deslizó sobre las innumerables críticas de la sociedad respecto de las carreras de caballos. “Cuando digo ‘tengo un caballo de carrera’, la gente lo primero que piensa es: maltrato animal y apuestas compulsivas. Pero en realidad es un deporte. Detrás de eso hay familias que trabajan, detrás de eso hay genética para nuestras razas, muchas cosas”, destacó.
“Por dos casos pagamos el pato todos”
Los problemas que surgieron en eventos masivos han afectado también a las carreras de menor escala. “Antes generalmente había dos carreras de caballo en la provincia cada dos o tres meses. Después, cuando hubo un inconveniente en un lugar específico, uno de ellos en la Copa Challenger que se hacía todos los años, nos crucificaron a todos por dos casos puntuales, siendo que es una actividad que se venía haciendo regularmente”, recordó Eduardo Reinehr e insistió que “con una buena regulación y control no van a haber excesos”.
“Cuando nuestro campo estaba activo llegamos a tener 25 animales. Ahora tenemos tres nuestros y dos que pertenecen a otras personas. Teníamos tres cuidadores para que atendieran esos equinos. Los terceros que llevan los animales al hípico nos pagan una cuota mensual para que les atendamos los caballos. Y esa cuota mensual incluía alimentos, asistencia veterinaria, cuidadores hípicos. Genera empleo, entonces, con toda la situación económica que se vive, cortar esos empleos no me parece algo muy inteligente”, subrayó.










