Marcos Altamirano es un ejemplo vivo de superación y pasión por el baile: “Soy el claro ejemplo de que no hace falta ni tener pierna para poder bailar”, resaltó en diálogo con PRIMERA EDICIÓN. Sin embargo, aseguró que tras un accidente que le costó la amputación de una pierna, el camino para retomar su pasión no fue sencillo.
“Transcurrieron tres años del accidente. Costó bastante al principio, sobre todo, seguir dedicándome al mismo rubro”, confesó el profesor de baile.
Como parte de su recuperación física y emocional, compartió que actualmente “estoy metiendo bastante énfasis también en la parte de musculación. Más que nada para estar yo bien y llegar mejor a futuro”. Reconoció que el proceso no fue fácil, ya que “cuesta conseguir cosas ahora más que antes, con el tema de prótesis y demás, pero lo sobrellevo lo mejor posible”.
Su prótesis, que incluso tiene luces, forma parte de su identidad en la pista. Al respecto, comentó que “creo que ahora incluso si yo tuviera un pantalón largo, no se notaría tanto el tema de la discapacidad, la tengo bastante trabajada, pero me llevo bastante trabajo también”. Hoy en día Marcos confesó que “sigo tratando de mejorar, de ver si puedo conseguir de alguna forma un pie mejor y demás que me permita un poco más de fluidez a la hora de caminar o de bailar”.
Además de bailar, contó que ha explorado otras disciplinas deportivas y “más adelante, mi idea es seguir haciendo cosas. Me metí un poquito en lo que es el powerlifting, canotaje, me gustaría correr, pero para eso necesito otro tipo de pie que, obviamente, no tengo porque no es fácil de conseguir”.
A pesar de las limitaciones, su motivación no decae: “Me sigue motivando el seguir entrenando, el seguir haciendo esto. Me pone contento el hecho de mis mejoras”.

En cuanto a su actividad como profesor, contó que “me dedico más que nada a lo que es latino y zumba, que es otro ritmo. Mi fuerte es bachata”. Sus clases de zumba, que incluyen urbano, pop y salsa, son muy populares.
En cuanto al aprendizaje, aclaró que cualquiera puede bailar, pero la gente “no se tiene mucha paciencia con uno mismo, cuando no te sale algo. Y hay mucha necesidad de quererlo todo ya y el baile es un trabajo”.
El profesor subrayó que aprender a bailar es un proceso gradual, similar a su recuperación: “no es que de la noche a la mañana aprendes a bailar. Esto es un proceso. Así como me costó a mí volver a aprender a caminar de nuevo, con el baile es lo mismo. O sea, de a poquito, de a paso a paso, y sin compararse con otros, todos aprendemos”.
Marcos también destacó la diversidad de sus alumnos en cuanto a edades y género, con gente muy joven. “En clase de zumba, que no es en pareja, suelen venir incluso las madres con los hijos. Asimismo, lamentó la baja presencia masculina en las clases: “Me encantaría que cambie más todavía y que haya más hombres que vengan a clase de baile, porque siempre hace falta. A veces tenemos tres mujeres por cada hombre”.
Por todo esto, invitó a todos a superar las excusas y animarse a bailar. “Muchos me dicen ‘tengo dos pies de madera’, pero yo tengo una gamba menos. No hay excusa en ese aspecto. Se aprende. Esto es constancia, nada más”.
Sus clases se dividen también en una parte de precalentamiento y existe un entrenamiento físico, muy beneficioso para combatir el sedentarismo y que recomienda: “El hecho de moverte para mí ya es un punto a favor. Yo hago zumba y a mí me ayudó mucho la motricidad, la coordinación”, relató.








