“El olor no desaparece. Puede menguar, porque se desplaza con el viento o se enreda entre otras señales, pero persiste hasta 36 horas posteriores a su desprendimiento y el olfato de un can entrenado no falla”. Esa es una de las certezas con las que continúa trabajando el médico veterinario, Mario Rosillo, perito forense especializado en odorología y rastreo con canes, labor a la que dedicó más de veinte años perfeccionar: se trata de una técnica que une el rigor científico con el instinto animal y el compromiso humano de buscar a los que faltan.
“La odorología forense permite detectar, conservar y comparar el olor específico de una persona. Eso sirve, por ejemplo, para establecer si una persona estuvo o no en determinado lugar, o si entró a un vehículo. El olor es único, como una huella dactilar, y puede ser conservado en frascos herméticos para su posterior cotejo con perros entrenados. Es una prueba científica, validada, aunque en Argentina no siempre se le da el espacio que merece”, explicó.

El diálogo este miércoles con PRIMERA EDICIÓN, para contar algunos de los casos más resonantes en los cuales participó, Rosillo explicó que también está formado en otras especialidades como neurofisiología olfatoria canina y etología canina y felina. En su andar profesional, Rosillo encontró en la odorología forense un camino propio, dijo. Y de hecho se especializó en la lectura de rastro humano a través del olfato canino, una disciplina todavía poco aplicada en Argentina, pero vital en casos de desapariciones, hallazgos de cuerpos y recolección de pruebas en la escena del crimen.
Durante la extensa charla con este Diario, el hombre recordó que participó como perito en casos que estremecieron al país, como el de Facundo Castro, desaparecido en 2020 en la provincia de Buenos Aires y más recientemente, en la búsqueda de Loan Peña, el niño correntino cuyo caso todavía sacude a la sociedad.
Reconocido
Su nombre se volvió habitual entre los especialistas internacionales y en las unidades caninas de otros países, donde constantemente es convocado para capacitar y formar instructores. Pero su deseo más firme hoy es reactivar el trabajo en Misiones, donde reside actualmente, ya que a su parecer esta “técnica fue discontinuada”, dijo.
A diferencia del rastreo tradicional, donde un perro sigue un rastro general, en la odorología forense el trabajo se vuelve casi quirúrgico. El entrenamiento canino es meticuloso, basado en la repetición, el refuerzo positivo y la generación de condiciones controladas. Se usan conos, tubos y frascos de vidrio con tapones especiales para preservar el olor humano sin contaminación.

“La formación de un perro detector lleva entre 8 y 12 meses. Primero se trabaja el imprinting, es decir, la fijación de olores. Luego, el reconocimiento, donde el animal debe asociar el olor humano específico con una respuesta determinada, y finalmente, la búsqueda operativa en campo”, detalló Rosillo.
“El perro no razona ni deduce. Olfatea y señala. Es una herramienta de precisión, no una adivinanza. En odorología forense se trabaja con tres caninos, quienes trabajan sueltos sin la conducción de guías. El perro hace la pericia y eso es valedero para la Justicia”, acotó.
“Sin embargo, sostuvo, en Argentina todavía no hay una concientización de cómo se debe trabajar, y porque no tienen perros entrenados en búsqueda de personas en ciertos casos mandan canes que rastrean drogas. En el caso de Sofía (que dio pie a la ley Alerta Sofía) había 120 canes trabajando. No hay una concientización del protocolo científico de cómo se debe trabajar con canes”, dijo enfático.
La experiencia más exigente de su carrera fue, sin dudas, el caso de Facundo Castro. En medio de la conmoción pública y las versiones cruzadas, Rosillo fue convocado por la querella como perito de control (perito de parte), y su declaración especializada ayudó a poner tras las rejas a un adiestrador canino que participó en la búsqueda, porque para la Justicia plantó pruebas.
Más recientemente, colaboró como director de pericias con el equipo que trabajó en la búsqueda de Loan Peña. Su intervención incluyó la recolección de olores en frascos herméticos, y el entrenamiento de un nuevo equipo canino en condiciones de alta temperatura y humedad.
“En ese caso solicité la colaboración de la Policía de Salta, que puso a disposición dos perros al igual que Corrientes. Misiones también hizo aportes con drones y con perros y esas colaboraciones son bienvenidas siempre”, aseguró.

Un método con potencial
Rosillo defiende con énfasis el valor científico del método. En sus capacitaciones insiste en el rigor de los protocolos y en la necesidad de equipos multidisciplinarios.
“La odorología”, afirmó, “debe ser reconocida como una herramienta probatoria complementaria en investigaciones penales”.
“En países como Francia, Alemania o España esto ya está incorporado al sistema judicial. En Argentina todavía falta recorrido, pero más interés. Ahora me interesa recuperar el trabajo en Misiones”, finalizó.










