El 15 de mayo de 1925 veía la luz en el pueblo de Las Garzas, en el chaco santafesino, una de esas personas que merecen largamente el calificativo de inefables, es decir, que no hay palabras para hablar de su trayectoria, de su personalidad, de su vida y de sus actitudes frente a la vida: el compositor y cantante Horacio Guarany.
Más allá de su polémica personalidad, creó notables clásicos como “Si se calla el cantor” y también musicalizó y grabó el “Martín Fierro”.
Antepenúltimo de 14 hermanos, Eraclio Catalín Rodríguez Cereijo -también conocido como “El Potro”-, se dedicó a la música de forma profesional desde los 24 años, aunque desde muy chico se interesó por este arte a los 17 años viajó a Buenos Aires para probar suerte.
Tuvo que pasar primero por otros trabajos, como el de marinero, antes de llegar a su anhelado contrato como cantante, en la orquesta del maestro Herminio Gimenez.

Desde la cuña boscosa de Santa Fe, hasta la litoral isla de Alto Verde, fue el vocero de los sin voz, desde el canillita hasta la “villerita”, el poeta de los amores en el adiós o en la permanencia y el grito llamando a la lucha.
Por eso muchos animadores de festivales y conductores de televisión y radio lo rebautizaron como Horacio “Pueblo” Guarany. Tan notoria fue su combatividad poética y popular que debió conocer el destierro con la llegada de la dictadura. Lejos de su tierra compartió el desarraigo de tantos hombres y mujeres de las letras y de la música y el canto, entre ellas Mercedes Sosa.
“Si se calla el cantor”, decía Horacio desde el disco, en Cosquín o Jesús María, o desde las pantallas del cine. Lo gritó también en el escenario del Festival Nacional de la Música del Litoral de Posadas, en memorables presentaciones, y en casi todos los países de América morena.
Hasta que el 13 de enero de 2017 se calló el cantor. Nadie podrá olvidarlo. Ni olvidar ese saludo suyo al encontrar a algún amigo después de varios años: “Hola hermano; hace unos cuantos litros (de vino), que no estábamos juntos”.








