En un momento en el que las monedas del mundo están en jaque, el Gobierno argentino busca dólares para dejar el tipo de cambio estático y no caer en una devaluación que licue el capital político que ganó en un año y cuatro meses. Nada más lejano a lo que pretende el Fondo Monetario Internacional, justamente, el organismo que debe aflojar esos recursos que busca el país y que, paradójicamente, quiere que el Gobierno llegue con vida a las elecciones y gane músculo en el Congreso.
La apuesta de la administración libertaria pasa entonces por seguir asegurando el superávit fiscal para mostrar ortodoxia y mostrar así que no depende tanto del financiamiento global. Pero el eje de la discusión sigue siendo la política monetaria cambiaria y la banda sobre la cual oscilará el tipo de cambio cuando en el mundo hay una devaluación de hecho. Ese contexto no deja lugar al crawling peg (microdevaluación) del 1% que el Gobierno argentino regula mes a mes.
Dicho de otro modo, el FMI no está dispuesto a liberar fondos si la intención es usarlos para sostener la brecha, no resigna su postura a que un ministro estipule el valor de una moneda.
La confrontación de intereses entre el Gobierno y el FMI es angustiante porque la demora del acuerdo comienza a repercutir en la microeconomía.