Noviembre parece ser un mes de aquellos que no se te olvidan porque pega directamente al corazón. Vaya uno a saber por qué hombres y mujeres se sumergen en esta época en un laberinto de emociones de las que luego cuesta encontrar la salida.
Somos nosotras, las mujeres, quienes más expresamos lo que sentimos y es por eso que el mal de amores casi siempre está relacionado con lo femenino, pero sabemos muy bien que ese mal no tiene sexo ni edad.
Así como en una catástrofe acá también hay recomendaciones como evitar refugiarse en estímulos que únicamente nos eviten el sufrimiento, como la comida, la bebida, las compras o la búsqueda compulsiva de sexo.
Siempre pensamos que lo que nos pasa a nosotros es peor que a la mayoría y nada más lejano que eso. En realidad, estaba pensando que Pampita es un ejemplo claro de la frase: “Un clavo saca a otro clavo” y cuanto más rápido se realice el reemplazo es mejor porque luego, el tiempo, te jugará esa mala pasada y el miedo a volver a sufrir tira por la borda cualquier otra intención de probar nuevamente con el amor para ver cómo nos va.
Análisis del mal
Cuando ocurre el momento de la ruptura o la decepción, tanto hombres como mujeres que sufren el mal de amores aseguran que no se la veían venir. Esto ocurre porque el cerebro evita enfrentar eso que no queremos ver ni oír, pero en realidad ese día fue el final de un sin fin de señales.
Sentir el dolor profundo, ese puñal en el pecho es la estocada final de una relación que ya venía mal. A veces es porque uno de los dos fue infiel o porque uno de los dos se anima a decir: “Hasta acá llegué”.
Poder poner la mano en ese corazón herido y sentir lo que nos dice es una buena manera de sortear, al menos un poco, el sufrimiento. En realidad, lo que duele es el orgullo, duele el ego, ese que nos decía: “Esto es para toda la vida”, “este es el ideal”, “esta es la perfecta” y luego ese mismo ego que nos engañó ahora nos dice: “no me la vi venir”, “estoy destrozado”, “cuánto dolor me hiciste”, etc.
El mal de amores puede convertirse en una tortura que puede durar el tiempo que decidimos que dure.
El mal de amores hasta llevó a destinos trágicos a muchos, pero también el mal de amores despertó esos recursos que teníamos guardados y que no sabíamos que los teníamos.
Mirarlo de frente
“Para el mal de amores tequila con canciones”, dicen Sofía Reyes y Becky G en la canción que comparten y dicen también: “El que no la paga pues la debe”, “Perdón no me pidas a mi pídele a Dios”, “No pensé que tu partida de mi vida dolería, pero sí dolió”.
Mirar de frente al “mal”, plantarle cara dirían los españoles. Salir de nuestro cuerpo herido y mirarnos desde afuera. ¿Qué vemos?, a un ser humano destruido, hecho flecos, con mucha bronca, ira, tristeza y con la autoestima por el piso.
Lo primero que ocurre es lo inevitable, lloraremos, gritaremos, atacaremos, nos atacaremos, comeremos helados y todo eso que luego quedará para el anecdotario.
Nada mejor para el ego es hacerte sentir una persona diminuta, incapaz de ser querida, destrozada y seguirá tirándote mensajes de: “Por qué a mi, que fui tan bueno o buena”, “por qué si yo le quería tanto”, etc. Todas mentiras. A esas alturas de una relación ya no querías tanto y ya estabas deseando que terminara el sufrir, pero lo que deseabas era que el “otro” o la “otra” cambie.
¿Cómo salir?
Desde la mente no saldrás fácilmente, pero desde el corazón sí lo harás. Así que lo primero que hay que hacer si te ataca el mal de amores es escribirlo, contarlo, relatar cómo te dejó, qué pasó, dónde estabas, hacerlo en primera persona y en tiempo presente. Escribe como si fuera una película. Díle todo eso que quieres decirle, escribe, y díle más, con todas las letras. No te guardes nada.
Cuando tienes el relato escrito, leélo en voz alta como si tuvieras que aprenderte el papel. Al leerlo en voz alta incluso podés agregar lo que llega a tu mente. Y ahora sí, que el final tenga un remate de película, díle por ejemplo, “a mi no me vuelves hacer esto, ni vos ni nadie” y toda tu creatividad.
Abrazo y cuenta nueva
Así se cierran los números, así se comienza nuevamente, libres, sin rencores, sin miedos, sin recuerdos tristes, sí con anécdotas graciosas. Cuanto más divertido sea menos dolor queda. Dáte un abrazo. Tu puedes sola, tu puedes solo y si alguien acompaña dale la bienvenida.
Rosanna Toraglio
Periodista de
Primera Edición









