Algo que Ailin Majeras desea más allá de transmitir sus obras, su pasión por el arte, es que todos vean esa posibilidad de crear con sus propias manos, de experimentar el encuentro con uno mismo a través de esa relación que nosotros experimentamos con lo artístico, con los materiales y el momento de creación porque es sanador y es un camino de autoconocimiento.
Desde su fluir en el contacto con colores, texturas y nuevas posibilidades de experimentar el arte, Ailin se deja sorprender. Es que se confiesa “inquieta” y es lo que la lleva a explorar, “lo que más me atrae creo que es ese magnetismo que tengo desde siempre, si tengo que volver a lo que más natural me sale vuelvo a la creación, la creatividad, me lleva a pintar, dibujar e imaginar. Eso me atrae, poder explorar en las posibilidades que te dan los materiales para todo. El tiempo de estar creando cosas nuevas”.
Intensamente dulce y apasionada, su día en el taller puede ser fugaz, tranquilo, profundo y así se prepara, “como la vida misma va cambiando, creo que mi pintura se irá adaptando a las circunstancias”.
Un día en el taller, “me gusta para empezar a trabajar ordenarlo, limpiarlo, dejarlo bien bonito. Limpiar el piso con algún buen aroma, encender un rico sahumerio, buena música que me ayude a enfocarme y comenzar a pintar”. Ya casi que nos dan ganas de acompañarla, pero hay más, “los días son todos distintos absolutamente todos. Hay días en los que suma hasta una respiración y meditación, mientras que otros llegan con prisas, terminar algo y salir nuevamente a realizar un mural, y no faltan las noches de insomnio que terminan en el taller”, una extensión de su casa, de su mundo.
Si bien Ailin tiene algunas pocas alumnas, todavía no está preparada para dar clases porque “tengo pedidos, trabajos que realizar”. Sí ya tiene planes de seminarios, como el que dictarán el próximo 7 de septiembre. Será de calado y pintura fluida, que lo dictará con la colega artista, Yanina Semle.
Pero recordando sus primeros pasos, la imagen que la relaciona con el arte es su madre, pues “crecimos entre diseños, telas, colores, lentejuelas, por sus estudios de diseño e indumentaria”. Un escenario que la lleva a recordarse mientras dibujaba rostros como el de su abuelo, “le hacía hasta las arruguitas de la cara”. Luego estudió Diseño e indumentaria en la Universidad de Palermo, y su reencuentro con lo artístico lo vivió en su viaje a México, “allí es donde todo se expresa en colores, con murales” y comenzó a pintar.
Todo la fue llevando a experimentar con diseños, pinturas, subía sus trabajos en las redes, gustaban y le hacían pedidos. El fluir llegó mientras iba tomando contacto con otras técnicas. Dice: “soy bastante inquieta y eso también se manifiesta en mis obras, saltando de una técnica a otra. Me gusta explorar, depende del ánimo es lo que me atrae. Hace un tiempo que exploro en resina epóxica. Me gusta mucho el efecto, con sus pigmentos, es bastante inesperado como una pintura fluida”.
Hace un tiempo, investiga “en la tridimensión, salir hacia la escultura, es un camino que tengo por delante”. Le atrae la pasta de modelar o “utilizar una pintura más espesa, esto de dripping de chorrear, como romper un poco con la perfección del dibujo”. Así, el fluir mágico del mundo de una artista.
Por Rosanna Toraglio








