La observación es estar en el momento presente, es agudizar nuestros sentidos para no perdernos ningún detalle. La observación nos permite llenar nuestro día de momentos mágicos que están a disposición de todos, pero solo algunos lo ven, porque si vamos rápido, no lo vemos.
El sol tibio en la cara, la brisa suave que mueve nuestro pelo, el canto de los pajaritos por la mañana al pasar por la plaza, las miradas de los enamorados, etc.
Observar sin juzgar es también una manera de comunicarnos, cuando hablamos con alguien, ir más allá de sus palabras, poder ver su mirada, su tono de voz, el movimiento de su cuerpo, todo lo que nos está expresando. La observación sin juzgar nos permite comprender al otro y también comprendernos a nosotros mismos.
Todos estamos hechos de luces y sombras, tenemos dolores escondidos, heridas por sanar, y cuando las observamos sin juzgar, desde el amor, lo hacemos consciente y estamos en el punto de partida para sanar y trascenderlo. Observar es también darnos la oportunidad de aprender, descubrir nuevas formas de hacer o ver las cosas.
Cuando queremos lograr algo que hoy no sabemos como hacerlo, lo mejor es observar como lo hace quien ya lo ha conseguido, ver su comportamiento, sus actitudes, sus estrategias. La observación es el camino al crecimiento personal, a la compasión por el otro y por nosotros, y nos lleva al amor verdadero.
Observar nuestros pensamientos, nuestras palabras y acciones, poder verlos, hacerlos consciente, nos permite determinar cuales nos agregan valor y elegir todo lo que tenga que ver con la persona que hemos elegido SER.
Observar es caminar un poco más despacio para no perdernos detalle, para vivir intensamente y saborear cada segundo de este regalo llamado VIDA.
Natalia Moyano
Contadora con corazón de escritora
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