Un informe privado indica que las grandes empresas son las responsables del 70% de los despidos registrados entre noviembre y mayo últimos, a pesar de que el 99,5% de los cierres que se produjeron afectaron a las firmas con menos de 500 trabajadores.
Los primeros seis meses de la gestión de Javier Milei estuvieron marcados por la recesión económica, lo que provocó el cierre de casi 10.000 empresas, plantas de producción, negocios y emprendimientos.
Este colapso afectó principalmente a pequeñas y medianas empresas (PyME), que representan la mayor parte del tejido productivo del país.
No obstante, un 70% de los despidos fueron de las grandes empresas (aquellas con más de 500 trabajadores), según un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
Desde CEPA destacan que, entre noviembre de 2023 y mayo de 2024, se perdieron 265.308 puestos de trabajo, una cifra significativamente mayor a la reportada por el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), que estimó una reducción de 175.700 empleos, esto incluye a los asalariados registrados y trabajadoras domésticas.
Las cámaras empresariales ya habían advertido sobre esta tendencia al subrayar que las PyME evitan la reducción de personal debido a que implica una desinversión difícil de revertir si la situación económica mejora.
Según el informe de CEPA, mientras que las grandes empresas redujeron su plantilla en un 3,90% (186.357 puestos de trabajo), las PyME redujeron su personal en un 1,56%, lo que representó 78.951 puestos menos.
Esta menor tendencia a los despidos en las PyME tiene una explicación lógica: las empresas dependen de su capital humano capacitado para mantener su operatividad y competitividad.
Despedir empleados capacitados no solo es costoso, sino que también limita la capacidad de la empresa para adaptarse rápidamente a un eventual repunte.
Desde el Observatorio de Industriales PyME Argentinos (IPA), se argumenta que las grandes empresas tienen más capacidad de reacción en el corto plazo debido a sus mayores recursos y capacidades de predicción, lo que les permite tomar decisiones más rápidamente en tiempos de crisis.
Por otro lado, las PyME, con menos personal disponible, tienen una menor capacidad de reacción. Despedir a empleados capacitados no solo es un proceso costoso, sino que también representa una pérdida de inversión en capital humano que es difícil de revertir.
Además, menos personal implica menos “cabezas pensantes” para generar estrategias diversificadas, lo que limita la capacidad de las PyME para adaptarse a nuevas demandas.
El análisis de CEPA concluye que a pesar de que las PyME fueron las más afectadas en términos de cierres empresariales, las grandes empresas fueron las principales responsables de la pérdida de empleos registrados.