Al transitar a la altura del barrio Industrial de General Urquiza es imposible no girar la vista hacia un cartel que ofrece la venta de antigüedades, y apreciar detrás una decena de autos antiguos que cualquier mortal quisiera atesorar en su garaje.
Son propiedad de Esther Wunderli Hofer, una vecina del municipio que los comercializa, junto a otros variados objetos antiguos, a fin de poder dar de comer a quince perros que fue juntando de la calle o que fueron apareciendo en busca de un espacio donde guarecerse.
Nacida en Santo Pipó, tras terminar sus estudios secundarios había viajado a Suiza en busca de trabajo, ya que sus padres tienen esa descendencia. Permaneció cerca de quince años y regresó con intenciones de quedarse “un tiempito” pero “me enamoré de unos perros, empecé a juntar a los que estaban en la calle y me quedé por acá”, explicó a Ko’ape. Y así llegó a tener 22 animales rescatados.
Esther reside sobre la ruta 12, donde dispone de antigüedades para la venta a fin de solventar los gastos de alimentación y medicamentos para los canes. “Amo las antigüedades, pero como los perritos tienen que comer, decidí empezar a venderlas. Tengo de todo, sobre todo vehículos. Todo lo recaudado es para solventar esta especie de refugio que en estos momentos alberga a quince animales”, dijo, tratando de hacerse escuchar entre ladridos, quizás, de agradecimiento.
Sostuvo que a los que se van recuperando, los sigue teniendo, porque después de haber pasado un día en su casa, “ya me encariño y no los puedo dar. Ellos son mi todo. No sé si hay alguien que los ame como yo. Trato que no se reproduzcan, separo a las perras en celo porque no tengo para llevarlos a castrar, los costos veterinarios son altísimos y para mí es imposible afrontarlos”.
Se “arregla” solo con lo que vende, aunque “por ahí uno que otro turista extranjero que pasa, compra y me deja algo extra, pero todo lo que invierto en ellos es en base a lo que vendo”, aclaró.
Los rodados que se visibilizan desde la ruta 12 son los que más atraen, sobre todo a los brasileños que se detienen con frecuencia a tomar fotografías. “Esto es algo muy lindo porque también conozco a gente de muchos lugares”, comentó, al tiempo que agregó que los autos son muy requeridos. “Es que ¿quién no quisiera tener uno de estas características en su casa? A través de una nota en medios nacionales, este sitio se conoció en el país y gracias a eso vendí algunos vehículos. Después, con la crisis, se estancó bastante”.
“Tengo una camioneta Chevrolet de la década del 40, un Mercedes Benz de 1952, un Peugeot 404 de 1973, además de varios que se exhiben de cara a la ruta, como un jeep Willy. Si no fuera por los altos costos, los repararía. Por ejemplo, el Mercedes Benz es ideal para alquilar para casamientos o eventos, sería algo grandioso, pero apenas puedo sobrevivir con los perritos”, describió.
Hay personas que los largan en frente del terreno, sobre todo en horas de la noche, otras veces aparecen solos, escapando de algo. “Ya no quería ocuparme más, justamente por el tema de los costos y del trabajo que significa cuidarlos, curarlos y darles de comer”, manifestó.
Darlos en adopción no sería la solución porque considera que “tienen más sentimiento que una persona, se apegan y yo los amo, por, sobre todo”, dijo la mujer que, en ocasiones, piensa volver a Suiza -donde trabajaba en un aeropuerto-, “pero me quedo solo por ellos”.