Hoy celebramos un nuevo aniversario de la independencia de nuestra patria, lo que nos invita a reflexionar sobre el camino que hemos recorrido como nación independiente en los últimos 208 años. En este contexto de los festejos por nuestra independencia, es pertinente reflexionar sobre los valores de la libertad y la fraternidad, pilares en la lucha por la independencia de nuestro país.
La libertad, como derecho fundamental, permitió a los argentinos luchar por su autonomía y soberanía frente al dominio extranjero. La fraternidad, por otro lado, unió a diferentes regiones y sectores de la sociedad en pos de un objetivo común: la independencia. Este gran objetivo de la independencia no es un hecho acabado, sino el camino trazado por nuestros próceres, y al que debemos seguir fortaleciéndolo día a día, unidos como nación con un gran espíritu patriótico mediante la solidaridad y la fraternidad.
Es lo que proclamamos cada vez que entonamos nuestro himno nacional que dice: “Oíd el ruido de rotas cadenas; ved en trono a la noble igualdad”. Entonamos con orgullo los valores que motivaron la independencia y sustentan la libertad alcanzada. Los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad, que nos remiten a la Revolución Francesa, son nuestro anhelo y desafío. Una nación libre y fraternal para todos sus habitantes es el desafío que nos une cada vez que conmemoramos nuestra independencia.
Uno de los grandes próceres de nuestra historia, Manuel Belgrano, nos recuerda el valor de la entrega y el sacrificio en favor del bien común que nuestra patria necesita. Él siempre nos recordó la importancia de la educación, comprendiendo que la verdadera independencia de una nación depende de la educación de su pueblo.
Dedicó toda su vida a fortalecer nuestro sistema educativo, pues era consciente de que una población sin conocimientos estaba condenada a la esclavitud. Como solía decir: “Educar es sembrar semillas en el alma”. Hoy en día, es fundamental inculcar los grandes valores patrios desde los primeros años de vida escolar.
La lucha por alcanzar la independencia y mantenerla durante más de dos siglos implicó un espíritu de fraternidad y generosidad para superar los desafíos que enfrenta toda nación libre en su camino hacia el desarrollo.
Nuestra celebración de la independencia nos invita a seguir aportando todo nuestro esfuerzo y trabajo sincero para construir una nación verdaderamente libre, capaz de superar las múltiples formas de esclavitud moderna, como el desempleo, la pobreza y la falta de perspectivas. Cada vez que celebramos nuestra independencia, tomamos conciencia de que la verdadera libertad no solo se logra cuando todos los individuos tienen la oportunidad de ejercer plenamente sus derechos y vivir con dignidad, sino también mediante la eliminación de barreras estructurales y sociales que limitan las oportunidades de tantas personas, alejándolas de los beneficios de la democracia y la libertad.
En este sentido, hoy más que nunca debemos comprometernos activamente con la justicia social y la igualdad de derechos para todos. Esto implica trabajar en la erradicación de la pobreza, la discriminación y la exclusión, así como en la promoción de políticas públicas que garanticen el acceso equitativo a recursos, oportunidades y servicios básicos para todos los ciudadanos.
Que Nuestra Señora de Itatí interceda por nuestra patria para seguir conservando el sueño de construir una nación libre e independiente, que nos ayude a pensar en el futuro de las generaciones, optando por la defensa de la tierra, los ríos, los bosques y una economía solidaria que proteja la dignidad de todos. Celebremos la fiesta de la independencia de nuestra querida Argentina con el compromiso de hacerla cada vez más grande y el empeño de afianzar su independencia.