Cuando este o cualquier gobierno sugieren “que lo peor ya pasó” conviene ir a los números y no dejarse llevar por exhortaciones al optimismo. Jaqueado por datos preocupantes sobre la imagen y la opinión ciudadana, en las últimas horas el oficialismo salió en coro a asegurar que “lo peor ya pasó”, habilitando la revisión de números que aseveren esas tesis. Y los números, como era de esperarse, dicen lo contrario.
El consumo no miente, es el pulso que robustece o destruye cualquier afirmación. Y ese rubro no deja de empeorar. Las transacciones con tarjetas de crédito en mayo alcanzaron a 7.877.139 millones de pesos, un 170,8% más que en el mismo mes del año pasado, pero unos 100 puntos por debajo de la inflación acumulada, lo que muestra una fuerte retracción que interpela el dato oficial el relato oficial.
Esta semana el Gobierno volverá a regodearse por una nueva baja de la inflación. Pues es la retracción del consumo por la licuación de salarios y jubilaciones lo que explica esa baja.
Un fuerte dato que lo confirma es la afirmación del Fondo Monetario Internacional. “Hemos estado enfatizando en la necesidad de aumentar la asistencia social para apoyar a los pobres y asegurar que la carga del ajuste no recaiga desproporcionadamente sobre las familias trabajadoras”.
Mientras el ajuste lo sigan pagando los trabajadores y no la vieja y la nueva casta que se sigue aumentando los ingresos, el consumo seguirá deprimido, inhabilitando el relato oficialista.





