Ayer, como cada 2 de junio, coincidieron en el calendario dos efemérides con mucho en común en cuanto a heroísmo, sentido del deber y ejemplaridad que conviene resaltar y en lo posible imitar.
Así, todos los 2 de junio desde 2001 se honra a los bomberos voluntarios del país: hombres y mujeres que, con gran responsabilidad y vocación, cumplen un importante rol social en la prevención y cuidado de sus comunidades.
La historia comenzó ese día de 1884 cuando, a raíz de un voraz incendio en el barrio porteño de La Boca, un vecino llamado Tomás Liberti y su hijo organizaron, junto a un grupo de personas del barrio, una cadena humana para apagar las llamas que amenazaban propagarse rápidamente en las construcciones aledañas.
Así fue como este suceso dio nacimiento a la creación del primer Cuerpo de Bomberos Voluntarios que hoy cumple 140 años de vida.
El bombero es una persona muy comprometida con su comunidad y tremendamente responsable, porque el voluntariado de bomberos requiere de mucho profesionalismo las 24 horas de los 365 días del año.
Paralelamente, desde 1996 se recuerda también el 2 de junio el Día Nacional del Perro, en conmemoración a un pastor alemán de la Policía Federal, “Chonino”, que ofrendó su vida en protección de su cuidador herido y permitió la identificación de los agresores, que fueron detenidos días después. Ocurrió en 1983 y el acto heroico del animal, cuyos restos descansan en el edificio del Círculo de la Policía Federal Argentina, motivó que se le erigiera un monumento en el predio de la Policía Montada y -por iniciativa de la escritora y periodista Cora Cané y sus lectores- se instituyera el 2 de junio como el Día Nacional del Perro para tener presente su ejemplo de entrega y solidaridad.
Días como éste sirven no solo para recordar un hecho puntual y homenajear a quienes lo protagonizaron, sino también para que se adquiera conciencia del valor de la vida en sí en todas sus manifestaciones y de la importancia que tienen los otros seres vivos con quienes compartimos nuestras vidas.