Deporte, salud y solidaridad es lo que pregona Carolina Colman (43) desde su tarea como entrenadora personal y exclusiva de mujeres y, ahora también, desde su incursión en los circuitos de rally. Todo comenzó cuando el logo de su gimnasio se comenzó a visibilizar en un auto de rally y debió acompañar la propuesta yendo a las carreras. En uno de esos encuentros, observó que había varias mujeres compitiendo en cuatriciclo y le dijo a Osvaldo, su esposo: “yo quiero”.
Tenía en su casa uno urbano, que vendió para comprar el de carreras. “Lo empezamos a preparar, averigüé el casco, las botas, el traje e iba comprando calladita. Quería llegar a la fecha de julio, pero no lo logré porque me faltaban los estudios médicos. Corrí en la quinta fecha que se realizó en San Vicente. Hice el primer súper especial o prime, y estaba enloquecida. La experiencia fue muy buena y me encantó”, manifestó desde la pulcritud de su gimnasio, lo que hace imposible imaginarla cubierta de polvo o del barro del circuito.
La prueba de fuego se produjo en tierra, “que era lo que yo quería. Me autorizaron a que pueda correr este año. Hice los estudios que pide la Asociación Misionera de Pilotos y Navegantes de Rally (AMPyNaR), me anoté para la carrera y surgió lo de la movida solidaria. Fue el combo completo”, celebró emocionada, como tocando el cielo con las manos. Con sus alumnas reunió numerosos elementos para los chicos de la Escuela 905, en el paraje Picada Guaraní, de El Soberbio.
“Llevé todas las donaciones que pude lograr gracias a la colaboración de las chicas, a las publicaciones que se hicieron, y la gente que venía, tocaba timbre y me dejaba lo que estaba a su alcance. Reunimos ropa, zapatos, abrigos y útiles escolares, tiza, carpetas, etiquetas, de todo, completito”, comentó. La noche antes de partir reorganizó los elementos por edades.
“Hablé con el director, Diego Carballo y organicé todo por bolsitas, por edades, para las nenas, para los chicos. Una vez en el lugar, dejé las cosas a su cargo para que se ocupe de ver quiénes eran los que realmente necesitan. Muchas veces le dan en el día y luego guardan todo, y al día siguiente le vuelven a dar. Se manejan de otra forma”, relató.
Cuando fue a El Soberbio le presentaron a los maestros que trabajan en el establecimiento y la llevaron a la colonia para que conociera a los futuros beneficiados porque ese día no tenían clases. “Cruzamos un puente, una bajada terrible, un arroyo y cuando llegamos nos esperaban en ronda. Recibieron los dulces, y después lo demás”.
El momento más emotivo lo que vivió cuando el cacique Vicente le dijo que los chicos querían regalarle una canción. “Fue muy fuerte y muy lindo. Si bien no la entendía, el cacique me tradujo, era un agradecimiento a Dios por haberme puesto con ellos para recibir lo que recibieron. Fue una experiencia que me desbordó el corazón. Cuando me despido de todos, voy caminando, charlando con el cacique, dijo que ellos me querían dar el último abrazo, venían corriendo, eternamente agradecidos. Es un montón para mí. Cuando me iba, sentí que faltó más, sentí que podía haber llevado mucho más, como harina, aceite, grasa, que son los productos que más utilizan. Así que me queda pendiente otro viaje para acercarle estas cositas”.
De un momento sublime, pasó a otro cuando ingresó al predio para hacer la inscripción y poner la mente en blanco para un nuevo desafío. “Esos son los extremos que me gustan. Quiero que en el gimnasio esté todo impecable para brindar lo mejor a mis alumnas. Y lo que me gusta es la adrenalina, el barro y ese tipo de cosas que te llevan al extremo y a desafiarte si puedes o no”, sostuvo quien también hace rápel y arquería.
“Tengo que seguir entrenando, tengo que aprender a girar, me falta mucha experiencia con la velocidad. No se vuelve atrás. Mi idea es completar las siete fechas y estoy focalizada en eso. Es lo que me gusta, es lo que quiero y era la prueba de fuego de ver si era lo que quería. Mi familia (sus padres: Carlos y Blanca, esposo Osvaldo, hijo Axel e hija Agustina, madre de sus nietos) me acompaña. Ya están viendo qué van a cocinar, dónde van a armar el campamento, en el próximo encuentro. Están enloquecidos”, aseguró, quien obtuvo el trofeo “que fue muy groso, inesperado e increíble. Lo disfruté un montón, más allá del premio, por haber logrado lo que quería”.