El gradualismo, ese concepto tan cuestionado por el Gobierno mientras estuvo en campaña y durante los primeros meses de la gestión, hace su aparición al cabo de cien días de devaluación, ajuste, licuadora y motosierra.
Los datos de la economía real distan mucho de los deseados por Javier Milei y eso acaba de disparar los primeros roces con el ministro de Economía, Luis Caputo.
Sabe el Presidente que los argentinos que no están ni en la casta política ni la económica son los que vienen siendo ajustados, pagando el equilibrio fiscal a base de pérdida de calidad de vida y la ausencia de datos positivos para ese sector de la población pone hoy los primeros nubarrones entre él y el súper ministro.
Así las cosas, el nuevo contexto determinó al funcionario del riñón macrista a postergar las subas de tarifas en el transporte de pasajeros, de trenes y de gas que estaban previstas entre marzo y abril y las pospusieron para mayo o junio. Claro, la mayoría de esas medidas se postergarán en el AMBA, donde el Gobierno necesita hacerse fuerte.
Donde también busca hacerse fuerte es en la lucha contra la inflación. A contramano de lo que el Gobierno celebra por anticipado, el IPC de marzo volverá a ser alto y la intención es que el efecto no se contagie a abril.
No es para menos, la crisis inflacionaria acumuló el 71,3% en lo que lleva de Gobierno. En paralelo, Milei es consciente de que siete de cada diez argentinos están peor que cuando él asumió. A fuerza de datos duros, el gradualismo, esa mala palabra, ya se aplica en el Gobierno liberal.