Por: Leandro De Mora
Una de las primeras enseñanzas que dan en la escuela de periodismo- o en la facultad de comunicación social- es que esta profesión siempre es en tercera persona. “El protagonista es la noticia y no nosotros. Jamás tenemos que aparecer en el texto”, me dijo una vez un profesor.
Algo tan obvio para quienes ejercemos esta profesión, puede sorprender a quienes no están dentro de ella y que cuando llegan a su casa y prenden la tele, miran y escuchan a los periodistas detrás de la pantalla dando sus opiniones como si fuesen informaciones (y no, no estoy criticando al mismo sistema del que soy parte).
A mí siempre me pareció muy atractiva esa idea de “la objetividad”. Y no porque crea que sea posible. Los periodistas somos sujetos sociales como cualquier otro, atravesados por experiencias, enseñanzas, adoctrinamientos; que nos fueron formando como individuos. ¿Cómo podríamos escribir algo sobre lo que no entendemos? Creo sí, fervientemente que ese ideal es lo lindo de nuestro trabajo. Porque nos obliga a hacer el esfuerzo de despojarnos de todo lo que tenemos en nuestro interior cuando estamos frente a la computadora o de una pantalla.
Tal vez por eso muchos de nosotros seamos personas “frías”. En mi caso, pocas cosas me movilizan. Ni siquiera tengo posturas tomadas en la mayoría de los temas que se pueden discutir en una mesa familiar o en una de amigos. Puedo ser de izquierda o de derecha de acuerdo a qué amerita la situación. Cosas que antes podían conmoverme, hoy me son indiferente. Creo que así debe ser. Sentimentalismo y periodismo son dos cosas totalmente opuestas, según mi visión.
Eso no significa que no podamos escribir desde la emoción que puede estar teniendo un entrevistado. Sabemos bien lo que es la alegría, la tristeza, la frustración, la euforia, la decepción y todo eso que sigue. Pero, justamente, al dejar de lado nuestros sentimientos se nos hace más fácil imaginar lo que puede estar pasando por esa persona que está del otro lado.
Sin embargo, como se habrán dado cuenta, esta vez decidí realizar una excepción y preferí escribir en primera persona. No es la primera vez que lo hago. En el pasado me tocó redactar alguna que otra columna de opinión, pero, como dije antes, no tengo mucha opinión. Pero esta vez es diferente.
Después de mucho tiempo volví a sentir la necesidad de contar algo personal porque la experiencia de estas últimas me dio una perspectiva muy distinta a un tema recurrente en los medios de comunicación: el mercado de alquileres, al que a partir de ahora voy a bautizar como: la odisea de alquilar en Posadas.
Pertenezco a una generación que ya da por hecho que el sueño de la casa propia, tal vez siempre sea eso: un sueño. Y por ende estaremos condenados (reconozco que hace unos meses no hubiese usado este verbo) a naufragar en el turbulento mundo de alquileres. Empecé a alquilar en 2019 cuando me vine a vivir a Posadas y logré la independencia económica.
Sería mentir si dijera que desconocía que había un problema en el mercado inmobiliario. La misma profesión me llevó muchas veces a hablar de este tema, tal vez con demasiada preferencia a darle voz a las inmobiliarias por sobre los inquilinos, pese a estar abonado a este último grupo.
Se puede decir que el desencadenante de esta nota ocurrió aproximadamente hace un mes cuando me enteré el salto que va a pegar el valor de mi alquiler cuando tenga que renovar el contrato en marzo o abril del año que viene: un 205%, sin sumarle los honorarios de la inmobiliaria, la escribanía, etc. De un número de cinco cifras a otro de seis, así, sin escala.
Este salto en el precio me hizo pensar que tal vez era hora de un cambio. Ya mi alquiler barato iba a dejar de serlo y por esa misma plata, pensé en mi ignorancia, por ahí podía conseguir algo cómodo, más cerca del centro o, mejor aún, de la redacción que es el lugar donde paso gran parte de las horas de mi día.
Como hace cuatro años, empecé mi búsqueda en los grupos de alquileres de Facebook. Quería ver algunas opciones para comparar. Me acuerdo que en 2019 visité varios departamentos hasta alquilar en el mismo edificio que me cobija hasta hoy. Me hubiese gustado repetir esa experiencia, pero no creo que lo haga.
También busqué en Instagram y ahí conocí la cuenta “Alquilate”, una página comunitaria donde se publican alquileres disponibles. Nació hace poco y ya cuenta con más de 10 mil seguidores, un símbolo de la época.
Observé que en su perfil aparecía un link para sumarse a un grupo de Whatsapp y decidí unirme, más por un interés periodístico que por buscar un alquiler (ya decidí quedarme donde estoy). Me pareció atractivo leer los testimonios de desconocidos en un ambiente tan des inhibitorio como este.
El grupo de Whatsapp busca limitarse a compartir alquileres que uno se cruce en la calle o encuentre en redes. Con una foto del cartel alcanza. La idea es que cada vez que alguien logre alquilar, abandone el grupo y le deje el lugar al otro. Lastimosamente, cada vez entran más y salen menos.
Si bien se busca limitar el diálogo por una cuestión de orden, cada tanto se dan intercambios y los integrantes comparten su experiencia. Fuí leyendo esos relatos donde decidí hacer este Enfoque.
Es que después de, creo, años volví a sentir angustia por algo que no me involucra a mí, a mi familia, ni a un ser querido. Fue un jueves al mediodía cuando estaba redactando una nota acerca de compras adelantadas de Navidad cuando agarré mi celular y entré al grupo. Había varios mensajes sin leer, pero uno en particular me interpeló directamente y decía algo así: “Busco alquiler para dos personas. Pago hasta $30.000”.
Al lado del número aparecía el nombre de la persona y era el de una mujer. Por un rato nadie mandó más nada y esas palabras estuvieron ahí fijas. No sé por qué pero cuando lo vi lo asocié a una madre con su hija/o, buscando un lugar donde vivir. Me dio mucha tristeza y ganas de abrazarla (algo raro en mí) o escribirle para explicarle que hoy con el dinero que tenía para pagar, no iba a poder hacer nada.
En la actualidad, en Posadas cualquier alquiler no baja de los $100 mil (opciones lejos del centro) y para ingresar al menos hay que contar con más del doble. En un contexto de alta inflación, los salarios cada vez alcanzan menos y todo hace creer que será peor en los próximos meses. Ya lo dijo el nuevo presidente, Javier Milei, el país va a una estanflación (inflación + recesión).
La Argentina que viene parece que será sin ley de alquileres. Las inmobiliarias se ilusionan con esto y afirman que será lo mejor para todas las partes.
¿Es lo mejor para todas las partes? Me pregunto. Lamento mucho a mis fuentes inmobiliarias a las que siempre recurrí y lo seguiré haciendo. Pero en el grupo de Whatsapp compartieron los requisitos que muchas de ellas piden a la hora de alquilar y les puedo decir que en algunos casos es tan insólito como indignante. Esas comisiones valen hasta tres veces el alquiler. En algunos casos, pésima atención y malos tratos.
No obstante, no voy a colocar en lugar de villanos a las inmobiliarias porque no lo son. Hacen su negocio y me parece perfecto que así sea. Hay familias que viven gracias a ese trabajo y me parece perfecto que buscan su rentabilidad que les permita permanecer a flote y obtener ganancias. Vivimos en un mundo capitalista y mientras todo sea dentro de la ley, nadie tiene derecho a señalarlos con un dedo.
Pero eso sí, dejen ese cuento que piensan en lo mejor para todas las partes porque nadie les cree.Si sacamos a las inmobiliarias del tablero, la opción restante son los dueños directos, una verdadera caja de sorpresa.
Porque al menos, los primeros tienen una ley que cumplir. En los segundos empieza a jugar al azar. Tengo gente cercana que tiene contrato con dueños directos sin problemas y viven en total paz. Pero, por medio de “Alquilate” reviví películas de terror contadas por protagonistas reales.
Inquilinos que al ver ciertas ofertas en el grupo cuentan su experiencia como que tal propietario ingresa al inmueble cuando uno no está, o lo hace de noche cuando todos duermen. En fin, lo que muchas veces se muestra en la ciencia ficción, pero de forma real y en esta ciudad.
Justo cuando escribo esta nota, me encuentro mirando el noticiero central del canal Somos Misiones y están mostrando una entrevista a una inquilina desde la plaza 9 de Julio de Posadas (hago un paréntesis: mi admiración siempre a los colegas movileros que encuentran estos testimonios) quien cuenta su calvario con el dueño del alquiler donde vive y pide que la Justicia intervenga.
Seguramente alguien leyendo esta nota desde la comodidad de su casa propia dirá “nadie les obliga a firmar bajo esas condiciones”. Como si existieran muchas opciones a elegir en esta ciudad.
Para ir despidiéndome, otra cosa que me sorprendió es la cantidad de propietarios que como requisito obligatorio ponen el no tener bebés, niños o mascotas. ¿De verdad? Yo no soy padre y tampoco creo que lo sea en el corto y mediano plazo. Pero nada me da más rechazo ver cómo se castiga a quienes sí lo son. Y prefiero no avanzar mucho más porque sí puedo herir susceptibilidades si digo lo que pienso.
Alquilate
Para terminar, quiero referirme a la historia de Alquilate, el gran culpable de este Enfoque. Por eso, entrevisté a Andrea Ostroski, la joven creadora del proyecto, hace unas semanas. Ella sola administra la página de Instagram, los tres grupos de Whatsapp con más de mil integrantes y de Facebook.
Muchas personas encontraron donde vivir por medio de esta alternativa, así que Alquilate Posadas amerita una nota sola. Desde ya me disculpo por darle solo un espacio al final. Pero ahí va, parte de lo que hablamos con ella.
-¿Cómo nació el proyecto?
Alquilate es una idea que surgió hace unos meses, que consiste en una plataforma de Instagram que ayuda a la comunidad a encontrar alquiler de una forma más fácil, más sencilla, haciendo énfasis en la necesidad que tiene la comunidad en encontrar un lugar para vivir. La idea se planteó hace cinco meses, cuento con tres grupos de Whatsapp, donde las personas mandan alquileres de forma colaborativa, flexibilizando su proceso de encontrar un alquiler, al mismo tiempo en la página se ayuda a la gente a identificar una estafa, a prevenir esas estafas. Básicamente es una herramienta que otorga a la comunidad, digamos, a facilitar ese proceso de encontrar un alquiler.
¿Cómo nació la idea? ¿Nació desde tu lugar de buscar un alquiler y encontrar, ver que no había información suficiente? ¿Cómo ocurrió eso?
Sí, exactamente. Surgió porque, bueno, yo también soy inquilina y entiendo lo difícil que es hoy en día alquilar, ya sea un departamento o un monoambiente. Empecé, como dije anteriormente, hace cinco meses, donde me veía obligada, por este tema de independizarme, de buscar un lugar donde estar. Entonces ahí me di cuenta lo dificultoso que resultaba encontrar un alquiler. Y ahí surgió la idea. Empecé a compartir alquileres. Poco a poco la gente iba siguiendo a la página y, bueno, hoy en día ya se cuenta con casi 10.000 seguidores en Instagram, 4.000 en Facebook y más de 3.000 personas en Whatsapp que acuden a esta herramienta para encontrar su lugar.
¿Y cuál es el balance en estos meses? ¿Las personas están encontrando alquiler mediante estas páginas, esta herramienta?
Sí, la verdad que sí. Tengo muchas referencias, inclusive subo siempre estas referencias a la página para que la gente vea las opiniones, las experiencias que tuvieron con las herramientas. Generalmente avisan en el grupo de Whatsapp que encontraron alquiler. Entonces, tengo más de 400 personas que encontraron alquiler gracias a la página, Entonces, es una plataforma que ayuda bastante, digamos, a flexibilizar ese proceso.