¿Qué es a lo que tu corazón es afín?
Sin dudas es a la belleza sin fin
pues de ella has nacido,
es tiempo en que el laurel sea reverdecido
porque somos la profecía cumplida
que nos comprometimos volver un día
a hacer este viaje
y traer de vuelta el crístico linaje.
No importó el dolor de por siglos ser perseguidas
solo el deseo de volver a formar la generación prometida.
¡No más miedo en nuestras mentes,
quitemos de ellas memorias inclementes!
Somos el cáliz sagrado de esta nueva raza
manifestando la verdad al sacarnos la mordaza.
En absoluto perdón por todo lo vivido
venimos a cumplir lo prometido
con infinita comprensión, volver hemos pactado
para que el amor incondicional sea en cada corazón realizado.
El Papa Clemente 13 y Felipe, rey de Francia, convinieron en la matanza de los Templarios el 13-10-1307, éstos junto a los cátaros guardianaban el Santo Grial y el 24-10-1323 queman en la hoguera al último cátaro Guillén Bélibaste y allí pronuncia su profecía: “En 700 años el laurel reverdecerá”.
Para los cátaros el único Santo Grial era el útero femenino de María Magdalena, ellos resguardaron el ADN crístico de ella y Jesús y para preservarlo. Sara, una de sus hijas, llega a Argentum a sentar las bases de la Nueva Jerusalén para toda América y dijo: “Yo Soy la que abriré el camino”.
Hoy toca cerrar esa línea de tiempo de dolor y los 3 siglos de persecución al divino femenino que fue para destruir el linaje. Es esta memoria de desvalorización la que no nos permite conectarnos con nosotros mismas y honrarnos por haber decidido regresar, cosa que no sabía la oscuridad, ya que no nos importaría cuántas veces nos hayan matado pues igualmente volveríamos, y es un honor poder realizar nuestra misión porque somos el laurel reverdecido, mujeres conscientes que se apoyan creando la unidad de esta nueva Era de perdón absoluto, compresión infinita y amor incondicional.
Somos los nuevos humanos crísticos. Cada uno debe tomar su lugar y tú lo harás primero, movimiento éste sagrado y poderoso que fortalece la red. Fte: Lupita Salcido.
Por Graciela del
Carmen Zaimakis de Abraham
Escritora/ Escuela de Pensamiento
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