Pasó una semana desde el cimbronazo que significó el compacto y a estas alturas inobjetable triunfo de Javier Milei.
Entre las idas y vueltas propias de la política nacional y los nombres que se instalaron y se fueron y otros que permanecen en el margen de probabilidades, la macroeconomía nos volvió a pasar factura a los argentinos de a pie.
Nuevas listas de precios, nuevos costos de combustibles e incrementos ya anticipados en casi todos los rubros nos vuelven a dejar en un viejo y conocido contexto, el de una crisis sin resolución que se deglute a diario las capacidades de las familias.
El desafío es enorme y, como adelantó el propio presidente electo, significará más sacrificios. Y aunque se esmere en afirmar que el ajuste lo pagará “la casta”, bien sabemos que en mayor medida lo hará la sociedad.
Quizás la administración por venir apuesta al viejo precepto de los primeros “cien días de gracia” para desarrollar el capítulo más duro de una gestión que se proyecta compleja. Pero no debe olvidar que en casi todo el mundo occidental las democracias sufren el desencanto de las mayorías ansiosas. De hecho es ese fenómeno el que explica el Gobierno por venir.