Orient, un pequeño poblado de mar de no más de mil habitantes, se asienta en el estado de Nueva York, aunque la vida es muy diferente a la de una de las principales ciudades del mundo. A 250 kilómetros de la “Gran Manzana”, predominan las casas bajas y la amabilidad propia de un pueblo pequeño.
Ese ambiente cautivó al misionero Rodrigo Salazar (26), todo un referente del yachting misionero, quien meses atrás decidió dar vuelta el timón en busca de nuevos vientos: ahora es entrenador de yachting en esa pequeña localidad de Long Island, donde tiene a su cargo a unos 80 chicos que participan en un programa de verano de dos meses.
“Subirme a un barco y poder vivir de esto no tiene precio. Poder transmitirles a ellos la pasión por esto es único, es como vivir un sueño”, le dijo el posadeño a EL DEPORTIVO, tras contar cómo son la vida y el deporte náutico en Norteamérica.
Rodrigo… ¿cómo llegaste a Estados Unidos?
En pandemia estaba muy inquieto porque se habían suspendido las regatas. Y como se habían reiniciado las actividades en las escuelas náuticas, empecé a mandar mi currículum a todos lados. En el Yacht Club Argentino, en Buenos Aires y el club al que estoy asociado, me dieron una oportunidad como entrenador de Optimist. Ahí fuimos paso a paso trabajando con los chicos para los selectivos mundiales, después fui parte del cuerpo técnico de la Selección Argentina y ahí se fueron dando muchas cosas, con chicos que compitieron en distintas partes del mundo. Y todo eso se vinculó con que anteriormente había navegado con Mercenario IV, un barco de 15 metros con una tripulación de 12 personas y con el que ganamos la regata Buenos Aires-Rio de Janeiro. Y uno de mis compañeros, Pablo Renna, fue quien me ofreció este proyecto en los Estados Unidos. Ahora estamos trabajando y viviendo juntos acá en Estados Unidos. Eso fue en noviembre. Y dije que sí enseguida. Es que ya veía como un proceso semifinalizado lo de Buenos Aires. Con 26 años, me mentalicé en cómo poder estabilizarme.
¿En qué ciudad estás? ¿Y qué estás haciendo?
Estoy trabajando en el Orient Yacht Club. La ciudad se llama Orient y está en el estado de Nueva York, en Long Island. Es una ciudad pequeña. Y estoy trabajando en un programa de verano que dura ocho semanas. Hay unos 80 chicos navegando en dos clases diferentes, Optimist para los iniciales y 420 para los más grandes. Acá en Estados Unidos son muy famosos estos “Camp”, que se enfocan mucho en un deporte. Y en este caso, el programa abarca también competencias. Es por ese período de tiempo porque acá en invierno el agua se congela y hay 40 centímetros de nieve, entonces hay que aprovechar el verano.
¿Qué vínculo tiene la vela con la localidad?
Mirá, estamos muy cerca de Newport, una de las ciudades más reconocidas en lo deportivo y naval. No obstante, más allá de eso, en Orient no hay más que casas y mar, entonces el que vive acá está directamente vinculado al mar. Y el club es como la plaza del pueblo, como un punto de encuentro. Todos los jueves, por ejemplo, hacen una cena y vienen todos los vecinos. Pero ojo, el 80 por ciento de la población vive en Nueva York pero se muda acá en verano.
¿Y cómo se da el inicio de los más chicos con la vela?
Y el 50 por ciento es por cultura familiar, porque el abuelo o el papá navegan o no tienen una lancha. También están los chicos que vieron un barquito y quisieron probar. Y después también hay un programa de inclusión muy parecido al que lleva Nico Dasso en Posadas. En nuestro caso, tenemos unos diez chicos de Ucrania, hijos de refugiados, a los que se les da una mano. Y luego, claro, están los que hacen vela de manera deportiva. Por lo general, al menos una vez por semana viajamos a un campeonato regional.
¿Se practica algún otro deporte?
Tengo alumnos que, así como vienen acá, hacen la mitad del programa y después hacen fútbol o tenis. Acá hacen todos los deportes, en los colegios meten mucho deporte, en las universidades también. Sin ir más lejos, hay universidades que tienen su propio equipo de vela.
¿Qué diferencias notás entre la vela de allá y la de Argentina?
No creas que acá el nivel deportivo es de primer nivel. Sin ir más lejos, solo con comparar una liga de fútbol argentina con una americana te das cuenta que el nivel es diferente. Sí hay una diferencia en cómo se maneja el deporte, en cuánto invierten en los viajes, las embarcaciones, las clases. En Argentina hay más un sacrificio en horas de agua. Y esa es la gran diferencia, porque en nuestro país se navega todo el año, entonces quizás faltan materiales pero el nivel termina siendo mejor. Además, allá tenés tres o cuatro lugares en los que se navega, como Buenos Aires, Rosario o Mar del Plata, entonces la competencia es más global y para ser el mejor tenés que navegar y navegar. Acá, en cambio, si les digo que tenemos que ir a competir a San Francisco, en el otro extremo, no va a ir nadie, porque todo está separado en regiones. Entonces acá tenés que pasar primero por un proceso de región, después de estado, luego separan el Este del Oeste… Y termina siendo mucho más largo todo. De todas maneras, Estados Unidos tiene un muy buen optimist, no sé si hoy es primero o segundo del mundo, pero en esta región la competencia está en un nivel medio avanzado. Y en Argentina estás en un nivel avanzado.
¿Qué diferencias notás en la forma de vida?
Es mi primera vez en Estados Unidos y, antes de llegar, por ahí uno ve las películas y como que todo es muy cerrado. Pero al menos acá en Orient, nada que ver con eso. En general, Nueva York es un estado muy abierto. No hay día en que una familia no te abra las puertas de su casa. La gente nos abrazó no como amigos ni compañeros, si no como parte de su familia.
¿Estuviste en Nueva York? ¿Cómo viste la ciudad?
Mirá, te puedo decir que, si Posadas va a 60 y Buenos Aires a 200 kilómetros por hora, Nueva York va a 1.000. Va muy rápido, hay gente por todos lados, los comercios están llenos, hay turistas, en el Central Park hay gente todo el tiempo andando en bici, caminando. Es una ciudad que te estimula mucho. Es una experiencia tremenda, pero en lo personal no es algo que me llene, no es que no me gustó Nueva York, pero no es un lugar que ame a diferencia de lo que pasa con Orient, donde la gente es hermosa y se disfruta mucho del mar.
¿Cómo sigue el programa?
El programa termina el 20 de agosto, pero me voy a quedar como entrenador privado unos 20 días más, hasta el 10 de septiembre. Es que estoy viviendo un sueño, estoy los siete días de la semana arriba de un barco.
¿Te arrepentís de la decisión de irte a Orient?
Sin dudas, no es fácil dejar tu zona de confort. Claro que se extraña, pero estar acá es como vivir un sueño. Esto es algo que me apasiona y más cuando trabajás con chicos, a los que podés transmitirle toda esa motivación, todo eso que siento por la vela. Subirme a un barco y poder vivir de esto no tiene precio.
El “efecto Messi” en esa región
Rodrigo también contó cómo es el “efecto Messi” que se vive en los Estados Unidos, aunque resaltó que en Nueva York, el mismo es diferente en relación a Miami, estado del que es el Inter, nuevo club del rosarino.
“Acá tengo amigos que juegan al ‘soccer’ y ellos sí, son fanáticos y están enloquecidos. Pero te soy sincero, el otro 50 por ciento de la población, al menos de esta región, le decís Messi y te pregunta quién es. Pasa que acá, a diferencia de Argentina, no es que se centran en un solo deporte, entonces acá juegan al fútbol, básquetbol, béisbol, criquet, fútbol americano”, contó Salazar.