En estos tiempos hay tanta exigencia: tenemos que estudiar, recibirnos de algo, después especializarnos y seguir especializándonos. Todo debe estar probado por la ciencia, pareciera que sentir y hablar desde el corazón es algo que carece de valor, pero cada día estoy más convencida que necesitamos más de esto: más corazón y menos razón.
El corazón (intuición) rara vez se equivoca. Si pensamos en cuántas veces dejamos de hacer lo que sabíamos que necesitábamos, pero no nos convenía, nos daremos cuenta que algo hay en esto que digo.
Sentir parece fácil, pero no es así, hay que poner el cuerpo y a veces poner el cuerpo duele, ya que ahí conectamos con las desilusiones, los fracasos, los engaños, las mentiras y tantas cosas que hicieron marcas profundas en nuestra vida.
Suena lindo: “animarse a sentir” aunque no sea tan fácil, pero para que suceda necesitamos en primer lugar, fortaleza interna y evitar la aparición de los mecanismos de defensa para poder ser libres (emocionalmente hablando) y animarnos a sentir por más que duela.
De esta manera alivianamos nuestras emociones, ya nada duele como antes sino que pareciera como que se amortiza el dolor. Es fundamental permitirnos estar mal, para que al pasar el tiempo que necesitamos logremos dar vuelta la página.
Cuando escucho las historias de vida puedo notar que todos nos parecemos en mucho, sufrimos por no ser queridos como necesitamos, reconocidos o valorados, pero no nos damos cuenta que todo eso que sentimos son heridas que tenemos y hasta que no las reconozcamos van a seguir sangrando.
Hoy podemos conectar con nuestro cuerpo a través de una respiración profunda sintiendo cómo entra el aire al cuerpo, dejar que el cuerpo se afloje y permitirnos, ser humanos. Saber que el dolor se siente al igual que el placer y que estos dos ingredientes son necesarios para la receta que tiene la vida.
Bendiciones.