Luego de la clase de yoga respiramos en calma con una dulce sonrisa. Sintiendo la energía vital que nos recorre suavemente, permanecemos sentados para compartir la lectura habitual de los sabios mensajes del maestro y poeta Rabindranath Tagore, que nos fortalecen para transitar la complejidad de nuestros días, como los que ahora leemos:
“La imperfección que vemos, ¿es la verdad final? ¿Es absoluto el mal, y nada existe más allá del mal?”. En realidad, “la gran corriente del mundo tiene sus límites, sin los cuales éste no podría existir. Pero su finalidad hay que discernirla en su movimiento -que marcha hacia la perfección- y no en lo que entorpece ese movimiento”, aunque para nosotros “lo extraño no sea que en este mundo existan obstáculos y sufrimientos, sino que hallemos en él la ley y el orden, la belleza y la dicha, la bondad y el amor”.
Añadía: “Pero el ser humano ha sentido en las profundidades de su vida que lo que parecía imperfecto es la manifestación de lo perfecto, y lo ha percibido al modo de quien tiene buen oído musical y siente la perfección de una melodía, aunque lo que escucha sea una sucesión de notas. Así ha descubierto la gran paradoja consistente en que lo que está limitado no se halla preso en sus límites, sino que siempre está en movimiento y, por tanto, se desprende a cada instante de sus limitaciones”.
De hecho, “la imperfección no es una limitación de la perfección; lo finito no es incompatible con lo infinito: son un conjunto completo que se manifiesta en parte, la infinitud que se revela en límites”.
Asimismo, “el dolor, sentimiento de nuestra limitación, no es un fin en sí mismo como sí lo es la felicidad, y sabemos que no tiene su puesto en la verdadera permanencia de la Creación”. Como también “la esencia del mal es no ser permanente, porque a cada instante lo rectifica la totalidad de las cosas y cambia constantemente de aspecto. Cada presión produce un acomodamiento. Porque el amor es el factor positivo de la vida”. Namasté.