Por: Lic. Hernán Centurión
Faltan solo dos meses para que se lleven a cabo las elecciones primarias (PASO), las cuales van a develar la tendencia para las generales de octubre. Al menos desde 1995, nuevamente serán tres las fuerzas políticas que van a medir de forma indirecta el poder real que tienen en las urnas. Las tres tienen, a prima facie, las mismas posibilidades de llegar al poder, retenerlo o volver a conquistarlo.
El trabajo de las encuestadoras respecto a las elecciones es algo que solamente les sirve a los políticos, para afinar la estrategia si detectan que se les escapan votos conforme se acerca la fecha. Dos de ellas marcan escenarios diferentes en los cuales Juntos por el Cambio no llega al ballotage y Javier Milei define la presidencia con el Frente de Todos. Y otra en la que el libertario queda más de 10 puntos debajo del primero.
Para la Universidad de San Andrés, según un estudio publicado la semana pasada, Juntos por el Cambio con la suma de todos sus eventuales candidatos (Larreta, Bullrich, Espert, Morales, Manes), suma 29,5% de intención de voto. En tanto el Frente de Todos con Daniel Scioli, Axel Kicillof, Wado de Pedro y Sergio Massa, llegan solamente al 22,5%. En ese escenario, Javier Milei quedaría con 16,8%.
En cambio para la encuestadora Opina Argentina, Juntos por el Cambio queda tercero y definen el ballotage Los libertarios de Milei y el oficialismo del Frente de Todos. En su último sondeo, Sergio Massa y Daniel Scioli acumularían un 27% (no colocaron a De Pedro como potencial candidato), mientra que Milei, solo, llega al 26%. Los de JxC quedan terceros porque según el último informe, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich llegan al 27% de los votos, pero en este contexto en el que el actual jefe de Gobierno sacaría más votos en la interna, la adhesión de los votantes de Bullrich se volcarían a dar apoyo a Javier Milei y de ahí que el libertario competiría mano a mano con el candidato del Frente de Todos.
Plantean una grieta dentro de JxC, algo parecido a lo que hizo el espacio de Massa en las elecciones de 2015, cuando apoyaron a Macri en vez de al Frente para la Victoria. Aunque no formaban ese frente era de raíz peronista y hasta exfuncionario kirchnerista en ese entonces. Camaleónico según convenga.
Esta también podría llegar a ser una elección histórica respecto a la cantidad de votos en blanco. Las elecciones provinciales de mayo marcaron un estancamiento y un ascenso en la cantidad de votos en blanco. Un ejemplo directo de la falta de credibilidad a la política por el resultado de las, como mínimo, últimas dos gestiones presidenciales.
En Misiones el voto en blanco subió al 4,3% respecto al 3,2% de los comicios provinciales de 2019. En Río Negro subió del 1,3 al 6,7% en esta elección del 2023. En Jujuy del 4,9 al 8,1. La Pampa, 5,1 al 6,2%. En Jujuy, una cifra alarmante para la política, con un 7,4% de los votos en blanco en 2019 y un 21% en la última. La única que redujo a la mitad esta tendencia fue La Rioja, que en 2019 sumó 8,5% de votos en blanco y en mayo descendió al 4,9%. Por último, en Neuquén prácticamente no hubo diferencia. 3,6% contra un 3,5%.
Como una interpretación de las características de las elecciones presidenciales de 2015 y 2019, se podría decir que ambas tuvieron como eje movilizador de los votantes las pulsiones viscerales para que se fuera el kirchnerismo o que se terminara el período macrista. En sus comienzos la grieta se movió mucho más por lo pasional que por lo estrictamente racional. Fue cuestión de tocar fibras sensibles. La pusieron en movimiento y se volvió imparable.
Esa grieta se comenzó a rajar desde el poder político hacia la población. Divide y reinarás. Estás con nosotros o contra nosotros. Observado a la distancia, la hegemonía que tenía el kirchnerismo hizo dividir las aguas y no fue a la inversa. Todo el que se opusiera era el mal. Los medios opositores calzaron justo. Pero también desde los palcos y los despachos se disparaba con munición verbal poderosa para ahondar esa diferencia. Cuando sucede algo así, siempre hay alguien que gana y no es el ciudadano común. Son los negocios de los que están detrás del mostrador y de los que quieren pasar a ese lado.
No hay que olvidar que una buena parte de las acaudaladas familias de políticos de este país basaron su fortuna (que siempre está oculta por obvias razones), con negocios a partir de fondos públicos. Win win. No hay forma de perder, aunque eventualmente sí el poder. Entonces cómo no va ser linda y apasionante la política ¿no? Parafraseando, “no tengo pruebas pero no tengo dudas”, dijo Cristina. A los honestos se los ve y se los huele, lo mismo que a los otros.
La grieta, ese monstruo que fue pensado para que sirviera como vidriera del bien y el mal, se deglutió a sus mentores. ¿Quién tiene ganas de ir a votar en esta próxima elección presidencial? ¿Para cambiar qué? ¿Que van a arreglar qué cosa? ¿A partir de diciembre el oficialismo va a hacer bien lo que hicieron mal desde hace cuatro años? ¿Quienes perdieron en 2019 por sus ineptitudes en la gestión ahora lo van a hacer bien?
No les importa, no tienen autocrítica porque viven del poder. Sería aceptable que la clase política alternara cargos a lo largo de toda su carrera como funcionarios, a veces como oficialismo y a veces como oposición, si hubieran construido las bases de un país sustentable para todo el resto de los argentinos sea cual fuere su actividad. Pero en cambio solo realizaron desmanejos, irresponsabilidades económicas para no perder elecciones y así poder seguir en el cargo, total el dinero nunca fue de ellos aunque lo usan como suyo. Y si la economía va mal, la culpa es del otro, nunca la propia. Se retiran hacia la oposición sin tener que sufrir penurias económicas. La plata que salió del Estado nunca deja de circular, genera ganancias. No les cuesta llegar a fin de mes como a la gran mayoría. Así es muy fácil. Resuena la frase de Raúl Alfonsín.
“El problema de la Argentina es moral”. La corrupción es inevitable, es intrínseca al ser humano que tiende a ella. Debería ser intolerable en este país que nunca sale de las crisis y cada vez son más profundas.
A pesar de la alarma que corre en la clase política, seguramente no les resulta extraño que haya aparecido un personaje como Javier Milei. Pero deben actuar como si lo fuera. ¿Cómo puede ser que llegue alguien a decir que hay que reducir el Estado y que hay que terminar con los políticos chorros? Ese monstruo del que hablan lo crearon ellos mismos. No habría lugar para alguien con posturas tan extremas si hubiera habido racionalidad en esa casta de la que habla el libertario. Y hoy les representa una amenaza, simplemente con un relato que se basa en el sentido común cuando habla del despilfarro de los fondos públicos y de las “porosas manos de los políticos”.
Después de las PASO, si a Milei le va bien seguramente moderará su discurso. El tan mentado “teorema de Baglini”. En un escenario que nadie espera (tal como lo fue el caso de Donald Trump antes de las elecciones de 2016), es difícil pensar que una eventual presidencia suya logre soportar cuatro años de mandato. Ni siquiera es una figura de Juntos por el Cambio, a quienes inclusive Juan Grabois ha adelantado que si ganan, su fantasía es que “en un año y medio se vayan en helicóptero”. O Aníbal Fernández, que iba “correr sangre” si ganaba la oposición. Pensemos entonces un escenario con un presidente calificado como de extrema derecha como Milei. ¿A qué hora empieza el caos? ¿Lo dejarán asumir? ¿Harán algo peor como con otra banda de “los copitos”?
Si Milei es elegido presidente, seguramente va a ser política la salida del caos que anticipan, pero la política canalizada a través de la violencia. No va ser algo nuevo. El setentismo siempre va estar a mano, aunque en nuevas formas para socavar gobiernos democráticos, como se la hicieron al mismo Juan Domingo Perón. Y sin ser tan radical, la salida podría ser como en el ‘89 y un poco menos como en el 2001, con la movilización del peronismo para provocar la caída de gobierno. No es una elucubración antojadiza. En 2012 Cristina Kirchner hizo un mea culpa de la responsabilidad del peronismo en los saqueos como un “manual de acción política”.
“Esa metodología se inauguró en el gobierno del doctor Alfonsín con sectores políticos y fundamentalmente del PJ también… Yo fui y seré toda la vida peronista, pero antes que peronista soy argentina y la verdad no debe ofender a nadie”, sinceró en aquella oportunidad en un discurso en Casa Rosada cuando se hablaba de potenciales saqueos durante aquel fin de año.
Si sucede algo así, será lejos de aquí, lejos de los extremos del país. En el centro, donde siempre se definió el futuro de la Nación, con las provincias periféricas como convidados a los desastres económicos que hicieron peronistas, radicales y también los rejuntados de Juntos por el Cambio.
Habrá que seguir votando y los que votaron en blanco tal vez sean más. No se sabe quién será el próximo presidente, pero sí hay una certeza de la que nadie duda, hoy estamos mejor de lo que estaremos el año que viene.