Cada 22 de mayo, la Prefectura Naval Argentina conmemora el aniversario del ataque al guardacostas PNA GC-83 “Río Iguazú”, para destacar el valor y el sacrificio puesto de manifiesto por la tripulación en oportunidad del conflicto bélico en las Islas Malvinas, donde sufrieron el ataque por parte de dos aviones ingleses.
El “Río Iguazú” fue uno de los dos guardacostas enviados al archipiélago para ejercer el control de policía una vez tomada posesión el 2 de abril de 1982.
Los guardacostas PNA CG-82 y CG-83 zarparon el 11 de abril desde Puerto Deseado y arribaron a Puerto Argentino el día 13, después del bloqueo que se había impuesto en el área circundante del archipiélago por parte de submarinos ingleses.
Ya en el teatro de operaciones, además de la misión de ejercer el poder de policía en las costas y aguas jurisdiccionales, se les asignaron las misiones de reconocimiento de costa, transporte de tropas, armas y municiones; apoyo logístico a emplazamientos militares, conducción de buques mercantes a través de zonas minadas, vigilancia de radar, entre otros.
En la madrugada del 22 de mayo de 1982 habían embarcado en el guardacostas Río Iguazú su capitán, el subprefecto Eduardo Adolfo OImedo, dos oficiales, dos suboficiales, siete cabos y tres marineros. Además del subteniente José Navarro, a cargo de las dos baterías de obuses a trasladar, y 15 hombres a su cargo. También embarcó el cabo segundo enfermero de la Armada Argentina, Oscar Guzmán, quien posteriormente se encargó de asistir a los heridos.
El ataque
Iniciada la navegación, llegó al guardacostas un “alerta rojo”. Eran las 8:20. El ataque de los dos aviones británicos fue casi inmediato. En vuelo rasante dispararon sus potentes cañones de 30 milímetros y el guardacostas fue alcanzado por los proyectiles que impactaron en el casco, averiando el timón e inundando la sala de máquinas.
Quedaban pocas posibilidades de continuar la marcha y había amenaza de un nuevo ataque aéreo. En la popa del guardacostas la situación era trágica. Esto lo pudo constatar el entonces cabo segundo José Raúl Ibáñez, maquinista correntino que debió abandonar sus tareas al inundarse la sala.
Cuando ascendió a la cubierta comprobó que su compañero el cabo Julio Omar Benítez yacía al pie de una de las dos ametralladoras. El primer oficial Gabino González, el contramaestre suboficial Juan Baccaro y el timonel, cabo segundo Carlos Bengochea, estaban gravemente heridos.
La otra ametralladora había quedado inutilizada y no había ningún tripulante para reemplazar a Benítez.
De pronto se produjo un segundo vuelo de los atacantes. Ibáñez comprendió que lo único que podía hacer para salvar a quienes permanecían con vida en el guardacostas era empuñar la ametralladora que aún funcionaba. En pocos segundos tomó control del arma.
El avión se había colocado detrás de la estela que dejaba el pequeño buque, para abrir fuego. Con enorme lucidez, Ibáñez apuntó la ametralladora contra el Sea Harrier y disparó incansablemente.
Lo imposible se produjo cuando el avión enemigo fue alcanzado en pleno por las pequeñas municiones del medio naval, quedó envuelto en humo, perdió altura y cayó al mar.
El otro avión desistió del ataque y se perdió en el horizonte. El capitán del Río Iguazú decidió varar la embarcación en la costa, siendo capturado por las fuerzas inglesas.
Posteriormente el comando británico reconoció la pérdida del avión Sea Harrier serie 2A 192 y la muerte de su piloto, el capitán de corbeta Batt.
El ayudante José Raúl Ibáñez recibió la más alta condecoración que se otorgó, “La Nación Argentina al heroico valor en combate“, por asumir la defensa del guardacostas que tripulaba, a pesar de no tener asignado puesto de combate y no contar con el armamento adecuado.
Por su parte, el cabo segundo Julio Omar Benítez fue ascendido post mortem al grado inmediato superior.
También la bandera del guardacostas “Río Iguazú” fue condecorada con la medalla “Honor al valor en combate”, otorgada por Ley 22.767.