Un informe realizado por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, mediante la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA) mostró una preocupante realidad en materia de ingresos y alimentación de los niños y adolescentes de 0 a 17 años. Dicho estudio da cuenta de que el NEA aparece como una de las regiones más golpeadas en materia de pobreza e indigencia.
De acuerdo al informe, se estima con base en los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (EPH-INDEC) que el 52,7% de los niños, niñas y adolescentes (NNyA) en el país son pobres en términos de los ingresos de su hogar, y dentro de estos un 10,1% son indigentes, es decir pobres extremos.
Según los datos construidos a partir de la EPH-INDEC, la tendencia es muy similar en todas las regionales del país. Sin embargo, en los niveles es posible advertir diferencias que es interesante analizar. Por ejemplo, la indigencia en NNyA en la Ciudad de Buenos Aires es la más baja del país, pero es en el único aglomerado en el que aumentó entre 2021 y 2022, casi un punto ubicándose en 3,8%. En el resto de las regiones del país la tendencia fue a la merma salvo en la Patagonia que se mantuvo estable.
Las mermas más significativas se registraron en la región del NEA y en la Pampeana (5, y 4 puntos porcentuales, respectivamente). Igualmente, en estas regiones y partidos del Gran Buenos Aires es donde se registran los niveles de indigencia más próximos a la media nacional.
Otro dato destacable es que en el caso de la región del NEA cayó la indigencia, pero subió la pobreza, un 3%.
En relación con la tasa de pobreza la mayoría de las regiones mantuvieron sus niveles, pero es relevante señalar que Partidos del Gran Buenos Aires, la región del NEA, Cuyo, NOA y región Pampeana registran medias de pobreza por encima del promedio.
Derecho a la alimentación
Los datos difundidos por la UCA indican, que el derecho a la alimentación de NNyA en el país es una deuda pendiente cuyo balance general es negativo. En efecto, entre 2010 y 2022, la situación de inseguridad alimentaria se incrementó un 44%, sin embargo, el mayor deterioro se registra en los últimos cinco años.
Se registra el peor momento de la serie en plena pandemia del 2020 llegando al 37,2%. Y, si bien en los últimos dos años postpandemia se registra una mejora, los niveles de privación alimentaria afectan a un tercio de la población de NNyA en el segundo semestre del 2022.
La inseguridad alimentaria severa que afecta especialmente a los NNyA porque es cuando los progenitores reconocen que sus hijos/as han pasado hambre por no tener que comer, ha seguido una tendencia más estable e incluso se ha ubicado por debajo de los dos dígitos entre 2014 y 2017, pero en los últimos cincos años se incrementó de modo significativo y alcanzó el 15% en el 2020, logrando una progresiva recuperación y llegando al 12,4% en el 2022.
En este marco, las ayudas alimentarias directas e indirectas no han dejado de aumentar en su cobertura.
Justamente, las ayudas alimentarias directas en comedores escolares, y comunitarios, así como la copa de leche, entre otros, han incrementado su cobertura de modo progresivo y a partir del 2020 sumaron una ayuda indirecta como es la Tarjeta Alimentar.
La UCA destacó que estas ayudas alcanzaron en plena pandemia al 46,5% de la población de NNyA, pero en el 2022, llegan de una u otra forma al 59%.
Sin dudas, erradicar el hambre es una meta compleja porque supone diferentes estrategias de intervención y cambios en las economías domésticas.
Existe consenso entre los especialistas en torno a que estas ayudas directas e indirectas han sido claves en contextos como la crisis sanitaria y social del COVID-19, pero también es claro que se revelan insuficientes en un mercado laboral inestable, con elevado nivel de informalidad y crecientes niveles de inflación.
Lógicamente, esta síntesis apretada esconde en los promedios injustas desigualdades sociales y regionales que son descriptas en este mismo informe en el apartado específico. Solo a los efectos de representar de modo resumido dichas brechas cabe mencionar que el segundo semestre de 2022, un niño/a en el 25% más pobre registraba 17 veces más chances de estar en una situación de privación alimentaria por problemas económicos que un par en el 25% superior. Y, que dicha situación se elevaba por encima del promedio en la población de NNyA del Conurbano Bonaerense y ciudades de las principales áreas metropolitanas del país.
Derecho a un hábitat digno
La precariedad de la vivienda afecta a dos de cada diez NNyA en el país urbano, y el hacinamiento también. Pero el déficit de condiciones sanitarias adecuadas duplica su incidencia, y en lo mismo ocurre con la contaminación del medio ambiente.
Durante la pandemia por COVID-19 estos indicadores no se modificaron salvo el del medio ambiente que había mejorado como consecuencia del aislamiento social y la merma del transporte, y la producción.
No obstante, tras tres años se ha recuperado el nivel de contaminación y las condiciones habitacionales de la población de NNyA sigue siendo deficitaria para proporciones significativas. Lógicamente, las privaciones en la construcción de la vivienda, el hacinamiento y el déficit de saneamiento se profundizan en condiciones de vulnerabilidad social y repercuten especialmente en la población del Conurbano Bonaerense.
Derecho a la subsistencia
La UCA ubicó que la pobreza monetaria en la población de NNyA asciende en el segundo semestre de 2022 al 61,5%, y dentro de esta población se estima que 13,1% son indigentes. Si bien esta incidencia es menor a la observada en pandemia y postpandemia, todavía es levemente superior a la registrada en la prepandemia. No ocurre lo mismo con la indigencia que logra ubicarse en los valores prepandemia.
Por otra parte, el informe destaca que lo que no ha dejado de incrementarse paulatinamente es la cobertura de las transferencias de ingresos orientadas a los sectores sociales más vulnerables. Se estima que, en 2022, la AUH y otras transferencias han alcanzado al 49,8% de la infancia y adolescencia, alcanzado niveles más elevados que en la prepandemia, e incluso que en la pandemia.
Aún cuando se incrementan los recursos y su alcance, los niveles de pobreza e indigencia continúan siendo muy elevados y por encima de los valores promedio de la década analizada.
Parece importante señalar la particular vulnerabilidad de los adolescentes a la pobreza, y los NNyA en hogares monoparentales y que residen en el Conurbano Bonaerense y áreas metropolitanas del interior del país.
Derechos en los espacios de los procesos de crianza y socialización
El informe destaca que los procesos de crianza y socialización cambian según la cultura, la región del país, el tipo de familia, y la etapa del ciclo vital de los niños/as. En este sentido, la UCA advierte que es complejo producir un recorte como el que supone una medición de tendencias como la que se realiza en el marco del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia.
Aceptando esa limitación y ese recorte, se destaca que, entre los 0 y 8 años, el déficit de estimulación a través de la palabra llega al 30,8%, el déficit de interacción a través de dibujo al 22,7% entre el año de vida y los ocho, al 12% cuando se trata compartir canciones (otra forma de oralidad), y al 6% cuando se trata de jugar.
Si bien todos estos estímulos fueron relegados en el marco de la pandemia han retornado paulatinamente a las dinámicas de los hogares, pero siguen dando cuenta de que hay una proporción de niños que tempranamente carecen de estímulos muy relevantes para el desarrollo de capacidades y habilidades sociales.
Asimismo, tal como se analiza en el presente informe estas carencias aumentan su incidencia a medida que desciende el estrato social y en algunos casos presentan diferencias regionales relevantes.
En este sentido, los estilos de disciplinamiento negativos experimentaron una tendencia muy regresiva durante la pandemia y postpandemia, y han tendido a retornar a los valores prepandemia en 2022.
Tal como se ha señalado en anteriores informes, la violencia contra los niños/as y adolescentes, fue notable en el contexto del aislamiento social y las escuelas cerradas. En un nuevo contexto social y de presencialidad escolar, dicha violencia ha mermado, pero sigue afectando a proporciones muy elevadas de NNyA.
Los retos en voz elevada y las penitencias siguen siendo muy frecuentes, y en menor medida la violencia física (22%) y la verbal (6%). Prevalecen diferencias sociales regresivas para los NNyA más vulnerables.
Al mismo tiempo, la UCA destacó que, cuando se es niño/a u adolescente las actividades formativas y recreativas en el campo del deporte, la cultura y las redes sociales se constituyen en oportunidades para sociabilizar y desarrollar habilidades sociales muy relevantes. Sin embargo, estas oportunidades están disponibles para minorías aventajadas de la sociedad argentina, y solo en el caso de la socialización a través de redes sociales parece existir una relativa democratización en términos de su utilización o acceso a través de la exposición a pantallas y acceso a datos. Lo cual permite conjeturar diferencias cualitativas no exploradas en esta investigación.
Lo cierto, es que en una tendencia positiva aún el 53% de los NNyA entre 5 y 17 años no realiza deportes o actividades físicas no escolares. Cabe mencionar que eran el 66% en 2010 y llegaron a ser el 71% en la pandemia del 2020. Es decir, que el balance es positivo, pero aún así es un espacio para el desarrollo y el bienestar que le es negado a la mayoría de esta población. Y, esto ocurre mayormente a medida que desciende el estrato social de la población.
Los obstáculos para el desarrollo de actividades culturales extraescolares parecen ser aún mayores porque el 82,9% de los NNyA entre 5 y 17 años no las realizan habitualmente.
En este caso la tendencia también es positiva si se considera que en 2010 estaba en la misma situación el 86%. Siendo una amplia mayoría la que no realiza estas actividades las desigualdades son menores, pero existen y son regresivas para los más vulnerables.
Derecho a la información
En este sentido, hay tendencias contrapuestas. Por un lado, en el informe de la UCA, se advierte con claridad una tendencia a no leer textos impresos y no tener libros en casa.
Sin embargo, el mayor valor de la serie se registró en la pandemia donde parece haber mermado la circulación de libros y aumentado la exposición a pantalla en un mayor detrimento del comportamiento lector de textos impresos. No obstante, en el último año cambia la tendencia con leves recuperaciones que aproximan la incidencia al momento prepandemia. Aún así, se estima que, en 2022, el 66% de los NNyA no contaba con libros en su casa, y 55% no leía textos impresos de modo habitual.
El déficit de acceso a una computadora también es persistentemente elevado. Se estima que, en 2022, el 53% de la población de NNyA no tenía una PC en su casa, y un 55% no tenía un celular propio. Si bien se observan diferencias por grupo de edad, y estratos socioeconómicos, es relevante reflexionar sobre los recursos de acceso a la información de las nuevas generaciones.
El acceso a servicio de internet (datos) y el uso de internet por parte de los NNyA ha mejorado mucho a lo largo del tiempo. Efectivamente, cada vez más niños/as y adolescentes acceden a la internet. Muy probablemente, a través de un celular que no es propio en la mayoría de los casos. Lógicamente, con diferencias según la edad y la situación socioeconómica, y también regional.
La pandemia y sus correlatos educativos tuvieron un alto impacto en esta tendencia positiva. Los hogares orientaron recursos a adquirir servicios de internet y conectividad. Se estima que, en 2022, un 25% de los NNyA entre 5 y 17 años no tiene conectividades ni usa internet de modo habitual, y esa incidencia cae al 12% en la adolescencia (20% no tiene celular propio).
Derecho a la educación
Se estima que el 83,5% de los NNyA entre 6 y 17 años asisten a una escuela de gestión estatal. Este desafío es algo mayor en la educación primaria que en la secundaria. Y, claro está a medida que desciende el estrato social y en el interior del país. Aunque cabe señalar que en lo coyuntural la demanda de educación estatal parece haber aumentado especialmente en la Ciudad de Buenos Aires.
Si bien, se han registrado retrocesos en indicadores de escolarización, es más notable en la educación inicial e incluso en sectores sociales medios.
Se advierte mayor capacidad de recuperación en indicadores de escolarización de las escuelas de gestión privada que en las estatales, pero en la educación primaria y secundaria.
Lo que se ha deteriorado y no ha logrado retornar a los niveles prepandemia son las ofertas educativas en el campo de la extensión de la jornada, la enseñanza de computación e idioma extranjero en la educación primaria.
Específicamente, el 92,5% de la población escolarizada en la educación primaria asiste a una escuela de jornada simple. Si bien presenta diferenciales sociales, de tipo de gestión y región, es clara su generalización y el retroceso que significó la pandemia, aunque siempre se estuvo muy lejos de la meta del 30% de educación extendida priorizando a los sectores sociales más vulnerables.
Acceso a los servicios de salud
Los servicios estatales de salud tienen el desafío de ofrecer oportunidades de atención de la salud preventiva al 58,4% de la población de NNyA en el país urbano.
Cada vez el desafío de cobertura es mayor y ello sin dudas guarda correlato con la situación de precariedad e informalidad laboral de los progenitores. Este desafío de atención es mayor entre los más vulnerables donde llega a el 80 y 90% según el estrato social que se considere.
Asimismo, se ubica por encima del promedio nacional en el Conurbano Bonaerense y áreas metropolitanas del interior.
A su vez, se estima que un 18,4% de los NNyA, en 2022, no realizó una consulta médica a un pediatra o clínico en el último año.
La atención de la salud odontológica, en tanto, es un claro problema que de modo progresivo ha empeorado alcanzando sus máximos niveles de déficit en la pandemia donde el 65% de los NNyA entre 3 y 17 años no consultaron por su salud bucal.
El regreso a los consultorios odontológicos fue paulatino y recién en el segundo semestre de 2022 se llega a niveles similares a los prepandemia, pero aún por encima de los mismos (44,9%).
Se trata de un déficit de tipo estructural y que salvo en pandemia suele mantenerse muy estable. Las desigualdades son sociales, regionales, pero también por ciclo vital. La consulta al odontólogo es menos frecuente en los primeros años y en la adolescencia.