El enojo es una emoción que se encuentra en la mayoría de los desacuerdos, ¿cómo podemos gestionarlo para transformar ese enojo que destruye en uno que resuelve?
Generalmente nos enojamos cuando no obtenemos lo que queremos -ya sea de terceros o de nosotros mismos- y, por lo tanto, nos frustramos.
Las emociones son energía, al encontrarnos con ese obstáculo que se interpone ante lo que queríamos se produce una sobrecarga que constituye el enojo.
Este remanente de energía está destinado a aumentar nuestros recursos para resolver el problema que nos lo provoca, sin embargo, al no saber canalizarlo, termina convirtiéndose en un factor que daña aún más la situación.
En este punto entra a jugar un factor importante que es la atribución de significado que hacemos del enojo: si pensamos que ese obstáculo es “a propósito”, nuestro enojo se tornará destructivo automáticamente.
En cambio, si pensamos que se trata de algo aleatorio quizás siga existiendo, aunque no necesariamente se torne perjudicial.
Por otra parte, además de la interpretación que demos a cada situación puntual también debemos tener en cuenta la representación existencial de cada persona.
Si habitualmente nos domina una actitud de vivir cada día como “una batalla a ganar” esto también reforzará la asignación de significado que hagamos de cada situación puntual y cada obstáculo con que nos enfrentemos terminará convertido en un “adversario a vencer”.
En cambio, si la representación existencial predominante nos permite percibir los obstáculos cómo desafíos para el aprendizaje y la evolución será más fácil evaluar cada uno de ellos como tales y utilizar ese remanente de energía para explorar vías de superación y solución, pasando de “un adversario a vencer” a “un desafío a superar para beneficiarnos todos”.
Por eso es que resulta urgente poder trabajar colectivamente en este tránsito del paradigma competitivo o adversarial hacia uno colaborativo que permita un clima emocional de posibilidad, entusiasmo y alegría.
Aprender a enojarse bien no es una cuestión de renuncia o inocencia, sino que se trata del desarrollo de una capacidad de estrategia y resolución de conflictos que insume más esfuerzo que la mera catarsis y descarga que suelen tener muchas personas mal calificadas como “de mucho carácter”. El enojo que destruye lo que muestra es que hay algo que no llegamos a comprender.
Como nos enseña Norberto Levy, aprender a enojarse constructivamente es una “conquista de la especie”.
La graduación de la reacción es una conquista evolutiva que, a su vez, es producto de la ejercitación. Ejercitémonos en lo cotidiano buceando en las emociones y necesidades que subyacen a nuestros enojos y la humanidad no tendrá que llegar a situaciones extremas para transformar las situaciones que le desagradan.