El Día Internacional del Trabajo, que vamos a conmemorar este 1º de mayo, es una hermosa ocasión para reflexionar sobre la vocación del trabajo, como nos recuerda nuestro querido papa Francisco, “el trabajo, la vocación del hombre”. En un mundo tan cambiante en el que vivimos tantas situaciones respecto a nuestra realidad del trabajo es una fecha que nos invita a trabajar juntos en pos de este sueño tan anhelado de construir un mundo en el que a nadie le falte un trabajo digno.
En medio de tantas celebraciones que tendremos el próximo fin de semana, es oportuno que podamos reflexionar sobre nuestra realidad del trabajo, que implica también el sano equilibrio que debe existir entre el trabajo que nos dignifica y el reposo que repone nuestras fuerzas y sostiene la vida familiar y social.
Desde la Palabra de Dios nos damos cuenta de que el trabajo es la vocación que dignifica al ser humano. El trabajo nos hace semejantes a Dios, porque compartimos la misión de seguir creando y transformando nuestra realidad con la gracia de la creatividad y esfuerzo permanente. Somos co-creadores con Dios de todo lo que se viene gestando en nuestro mundo. Formamos parte de esta hermosa misión de la creación de Dios y tenemos el mandato de cuidar la obra iniciada por el mismo Dios.
La Palabra de Dios en el libro del Génesis nos habla del trabajo: “Dios vio lo que había hecho, y todo era algo muy bueno” (Gn 1,31). El trabajo en sí mismo es una acción que nos ayuda a descubrir lo mejor de nosotros mismos. Nos recuerda nuestro querido papa Francisco: “el trabajo tiene en sí mismo una bondad y crea la armonía de las cosas -belleza, bondad- e involucra al hombre en todo: en su pensamiento, en su acción, en todo. El hombre está involucrado en el trabajo. Es la primera vocación del hombre: trabajar.
Y esto le da dignidad al hombre. La dignidad que lo hace parecerse a Dios. La dignidad del trabajo”.
En este sentido, todos tenemos la misión de fortalecer esta doble dimensión del trabajo: lo material y lo espiritual. La persona humana es un todo y refleja su persona -en sus conocimientos, capacidades, creatividad, sentimientos, emociones y anhelos, es decir, en todo lo que realiza en la vida. El ser humano llega a la realización plena, a través de lo que hace durante su paso por esta tierra.
San Pablo nos ilumina sobre la espiritualidad de todo trabajador, desde la transcendencia que encierra toda acción humana: “…ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor 10,31) Estamos llamados a glorificar a Dios con nuestro trabajo y transformar nuestra realidad con el hermoso don y gracia del trabajo.
Que en la conmemoración del día del trabajador, honremos a tantos trabajadores generosos, inculquemos el valor de la rectitud, constancia, perseverancia, esfuerzo sincero ante los desafíos de la vida. Que inspiremos, con nuestro ejemplo, a nuestros niños y jóvenes en la construcción de hábitos de esfuerzo, dedicación y responsabilidad desde temprana edad.
Que San José, modelo de trabajador incansable, interceda por el don del trabajo y por tantas personas que buscan un trabajo que les permita a través de él, dignificarse y sostener su hogar.
¡Feliz día para todos los trabajadores!