Con la participación de numerosas familias, se realizó este sábado la 23ª Bicicleteada del Roque González, que esta vez tuvo como lema “Pedalear para Cuidar”. Una jornada a pleno sol contribuyó para que la tradicional cita solidaria sea una verdadera fiesta.
Todos los alimentos perecederos que se recibieron, como producto de la inscripción de los participantes, serán distribuidos en los próximos días en los diferentes hogares, merenderos y comunidades aborígenes de la provincia.
La cita fue a partir de las 13 frente al colegio, por calle Colón, y pasado el mediodía los ciclistas, acompañados por familiares, empezaron a concentrarse a la espera de la largada.
El bullicio y colorido fue creciendo a medida que se acercaba el inicio. Luego de la bendición del padre Juan Rajimón, la caravana partió detrás de la imagen de San Roque hacia la quinta de la institución situada en Fátima.
Inicialmente no parecían tantos los ciclistas pero al ponerse en movimiento se pudo observar un compacto pelotón que se extendía por unas cinco cuadras.
Un ordenado operativo de seguridad permitió a los ciclistas que transiten por las diversas calles y avenidas del microcentro capitalino hasta acceder a la costanera, donde luego de detenerse en la posta de la rotonda de la avenida Tierra del Fuego, siguieron la marcha por el acceso sur hasta llegar a la quinta, donde fueron recibidos por otro grupo de docentes, directivos, padres y alumnos con banda de música incluida.
Inigualable
“Es la primera vez que venimos pedaleando y la verdad que nos sorprendió la organización. Nuestra hija es chiquita, está en el Nivel Inicial y no nos animábamos a sumarnos con todo el grupo pero la verdad que es una linda experiencia”, señaló Juana Domínguez, acompañada por su hija Magalí.
Hubo quienes optaron por utilizar monopatines tradicionales, tanto los padres como sus hijos, para ser parte de la caravana y también otros que cumplieron la mayor parte del recorrido en roller.
Hubo numerosas “bicis” con rueditas a los costados, de los más pequeños que se animaron incluso desde el comienzo del trayecto, acompañados por su mamá o papá al trote, como escoltas para asistirlos ante cualquier eventualidad.
Rodrigo López, papá de Ezequiel, lo llevaba en la bicicleta como acompañante y explicó a PRIMERA EDICIÓN que “no quería perderse la oportunidad de acompañar a su hermano Ramiro que ya tiene 8 años y va con sus compañeros de grado pedaleando desde el inicio. Así que tanto insistió que le tuve que colocar el asiento y traerlo en la bici”.
Agregó que “más allá de todo es una satisfacción poder colaborar de esta forma, aportando alimentos para las personas que necesitan. Entendemos que este tipo de actividades fortalece el vínculo familiar y eso no tiene precio”.
Descanso y a seguir
En la posta 1 de la rotonda del Zaimán, pautada para hidratarse, un nutrido grupo se sumó al recorrido alrededor de las 14.30.
“Salimos desde acá porque la distancia es menor. Mi papá con mi hermana Juana salieron desde el centro con todo el grupo y con mi mamá los esperamos. Es la segunda vez que pedaleo y el año pasado fue desde la plazoleta que está cerca de la llegada”, contó Romina, quien asiste a la Sala de 5.
Faltaba el tramo más largo, pasando por el balneario Costa Sur hasta descender de la cinta asfáltica en el municipio de Garupá con un interminable serpenteo de ciclistas que recorrió las calles del barrio hasta llegar a la quinta, donde hubo juegos, inflables para los más pequeños, cantina de los chicos de quinto año y sorteos varios de pelotas y bicicletas.
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