Si hay un pintor cuya obra es muy diferente a la de todos los artistas de su época, ése es El Bosco.
Observando este detalle de su Jardín de las Delicias, podemos llegar a pensar que se adelantó 400 años en la historia de la Pintura, ya que parece un cuadro del siglo XX y no del Renacimiento. Gran parte de su obra parece contemporánea a la del expresionista Ensor, o a la de los surrealistas Max Ernst y Salvador Dalí.
Aún cuando la temática de su pintura suele ser religiosa y habla del Bien y el Mal, y habla del pecado y de la condena de la almas con cierto dejo moralizante (algo que sí resulta pertinente a su época), El Bosco lo hace desde una perspectiva muy personal: con ironía y sarcasmo, mediante seres patéticos, personajes caricaturescos (hasta los religiosos), bestias imaginarias y seres grotescos.
Su genialidad es también la genialidad del artista del siglo XX. Su habilidad técnica e innovación con el color (que suele ser más contrastante y atrevido que lo usual de la época), quedan en un segundo plano cuando nos detenemos frente a sus obras.
El artista inventa un universo y desarrolla un lenguaje propio para comunicarlo. No nos muestra el mundo sino su propia visión del mismo (lo que se llama comúnmente “cosmovisión”). Exactamente lo que diríamos, si tuviéramos que definir el arte moderno en pocas palabras.
El Jardín de las Delicias de El Bosco
El Jardín de las Delicias es la obra más emblemática y enigmática de El Bosco, pintor flamenco. Se trata de un tríptico pintado al óleo sobre madera de roble, elaborado hacia 1490 o 1500. Cuando permanece cerrado, contemplamos dos paneles en que se representa el tercer día de la creación. Al abrirlo, los tres paneles interiores representan el paraíso, la vida terrenal (el jardín de las delicias) y el infierno. Su manera de representar estos temas ha sido objeto de toda clase de controversias. ¿Cuál era el propósito de esta obra? ¿Para qué fue destinada? ¿Qué misterios se ocultan detrás de esta pieza?.
Descripción del tríptico cerrado
Cuando el tríptico está cerrado, podemos ver la representación del tercer día de la creación en grisalla (técnica pictórica en la que se usa un solo color para evocar los volúmenes propios del relieve). Según el relato del Génesis, referencia fundamental en tiempos de El Bosco, Dios creó la vegetación sobre la Tierra al tercer día. El pintor representa, pues, la tierra colmada de vegetación.
Junto a esto, El Bosco parece imaginar el mundo tal como en su época se concebía: una Tierra plana, rodeada de una masa de agua. Pero extrañamente, El Bosco envuelve a la Tierra en una suerte de esfera de cristal, prefigurando la imagen de un mundo redondo.
Dios observa desde lo alto (esquina superior izquierda), en un momento que parecería ser, más bien, el amanecer del cuarto día. Dios creador lleva una corona y un libro abierto en sus manos, las escrituras, que pronto se harán vida.
En cada lado del tablero, se puede leer una inscripción en latín del salmo 148, versículo 5. En el lado izquierdo reza: «Ipse dixit et facta sunt», que quiere decir ‘Él mismo lo dijo y todo fue hecho’. En el lado derecho, «Ipse mandavit et -creata sunt», que se traduce como “Él mismo lo ordenó y todo fue creado”.
Descripción del tríptico abierto
Al abrir el tríptico por completo, nos enfrentamos a una explosión de colores y figuras que contrasta con el carácter monocromo e inanimado de la creación. Algunos estudiosos han visto en este gesto (revelación del contenido interno de la pieza) una metáfora del proceso de la creación, como si de alguna forma El Bosco nos introdujera en una mirada cómplice hacia la evolución natural y moral del mundo. Veamos cuáles son los principales elementos iconográficos de cada panel.