Cuando se tienen hijos de relaciones anteriores, surgen dudas sobre cuándo y cómo presentarles a la nueva pareja. Estos consejos facilitarán el proceso de adaptación y ayudarán a evitar problemas de convivencia.
En la actualidad, como consecuencia de los numerosos divorcios, es cada vez más habitual que se formen nuevas familias en las que uno o ambos miembros de la pareja tengan hijos de relaciones anteriores: son las llamadas familias reconstituidas, familias mixtas, o familias ensambladas. En Estados Unidos, una de cada tres familias es de este tipo; y en Argentina, su número se ha incrementado considerablemente en la última década.
Pero esta nueva situación puede llegar a ser bastante problemática: los cambios suelen resultar complicados para los niños, y es normal que aparezcan celos e inseguridades. Por ello, y para evitar que surjan conflictos a largo plazo, la incorporación de la nueva persona a la vida de nuestros hijos ha de ser progresiva; y más aún si está muy reciente la separación o pérdida de la anterior pareja. Debemos dejarles tiempo para asimilarlo.
Antes de presentar a la nueva pareja a los pequeños debemos asegurarnos de que la relación es razonablemente sólida. Se sugiere una primera toma de contacto fuera de casa y asociada a actividades agradables para el niño. Luego planearemos encuentros de forma progresiva para que al niño le dé tiempo a adaptarse y vaya conociendo a la nueva pareja de su progenitor y es de gran utilidad que el otro progenitor (si lo hay) apoye la entrada de esta nueva persona en la vida de su hijo”.
Una buena comunicación con los hijos es clave
En todo momento, y desde los inicios de la relación, la comunicación con los niños es fundamental. Les explicaremos que hemos conocido a una persona especial para nosotros, de un modo natural. La conversación debe basarse en la sinceridad y podemos decirles que es una persona que nos hace felices, pero dejando claro que a ellos les vamos a seguir queriendo.
Es conveniente preguntarles por sus impresiones, dejando que nos manifiesten sus dudas y temores; y actuaremos “en consecuencia”. Ya que siempre es positivo tener en cuenta su opinión para saber en qué medida están preparados para seguir conociendo a la nueva pareja más profundamente.
Antes de iniciar la convivencia con el nuevo acompañante, también es importante que vayamos haciendo cada vez más cosas juntos, como ir a comer al restaurante favorito de los niños, al cine, o a un parque de atracciones, por ejemplo. Aunque también son aconsejables actividades más cotidianas, como simplemente ir a dar un paseo, o volver todos juntos del colegio.
Poco a poco iremos comprobando que, conforme va pasando el tiempo, la relación se va consolidando. Se trata de poner unos buenos cimientos que permitan construir una nueva familia con la menor cantidad de conflictos posible.
Tras un período paulatino de adaptación, llega el momento de vivir todos juntos (aunque podemos empezar probando con una convivencia intermitente: los fines de semana o durante períodos cortos de tiempo); y aquí es realmente donde comenzarán las dificultades.
Si ya es complicada la crianza de nuestros propios hijos, más aún será la de los de nuestra pareja (y esto se puede agravar si no se tenía experiencia anterior con niños o estos son ya adolescentes o incluso adultos). Hasta que no llevemos un “tiempo de rodaje”, no nos iremos ganando su respeto; y es entonces cuando la nueva familia reconstituida comenzará a funcionar como tal.
Una premisa esencial es la constante comunicación entre ambos miembros de la pareja, dejando claro cómo proceder con los niños, qué lugar en la educación va a asumir cada uno y cómo actuar en diferentes situaciones. Debe existir previamente un contexto de seguridad para los hijos y que ellos vean que ambos padres biológicos se siguen involucrando con ellos de la misma forma que lo hacían antes.
Por tanto, decisiones más trascendentales como las relativas al ámbito escolar los temas médicos, o a las amistades de los niños (o, más adelante, a las relaciones amorosas), por ejemplo, corresponden a los padres biológicos. Pero las situaciones más cotidianas se tendrán que ir resolviendo día a día en la nueva familia (ayudar a los niños con los deberes, tareas de limpieza en casa, salidas con los amigos…).
Algunos consejos para evitar cometer errores
Exceso de mimo o permisividad. Es fácil caer en este error para ganarse a los niños (lo que habitualmente va acompañado de regalos), pero el desarrollo del vínculo afectivo por parte de los niños se tiene que ir generando de un modo “desinteresado” y basado en la confianza y el cariño.
Centrarse demasiado en los hijos y desatender a la pareja. Y viceversa, ya que también es un error habitual “dejar de hacer cosas con los niños porque este espacio pasa a ocuparlo ahora la nueva pareja”.
La clave está en equilibrar, para conseguir que los niños no vean amenazada la relación con su padre o madre.
Imponer a los niños el afecto hacia la nueva pareja, porque yo la quiera, mis hijos no deben quererla obligatoriamente de inmediato; ya se sabe, “el roce hace el cariño”. Eso sí, la relación entre ellos debe basarse en el respeto desde el primer momento.
Mentir a los niños “o darles explicaciones poco coherentes”.
Llamar a la nueva pareja “madrastra” o “padrastro”, ya que su connotación es negativa. Es mejor que los niños la llamen por su nombre de pila, por ejemplo.
Compararnos con sus padres biológicos, intentando parecer mejores.
No tener en cuenta a los familiares naturales (abuelos, tíos, primos) del niño que forman parte de la familia de la anterior pareja, o alejarle de ellos.