Para quien está en prisión, la liberación es el momento más esperado; pero nosotros que vivimos en “libertad”, ¿nos sentimos libres realmente? Pensemos en la historia de Viktor Frankl, un psiquiatra que vivió años preso en un campo de concentración nazi. A pesar de estar cautivo, verse obligado a realizar tareas inhumanas, ser víctima de las peores humillaciones y testigo del asesinato de sus seres queridos, afirmó haber encontrado un “espacio de libertad” durante aquellos años.
Descubrió que, incluso en la mayor esclavitud, él podía conservar la libertad de decidir cómo sentirse y qué pensar.
Nosotros, muchas veces, aunque estemos libres de tomar decisiones no podemos actuar de esa forma, ya que nuestras acciones están condicionadas por nuestras creencias y apegos. Cuando doy talleres de conciencia emocional en el Penal up5, suelo decirle a las chicas que afuera hay mucha gente presa de sus necesidades, prejuicios y apegos.
Comúnmente, pensamos que la libertad es una condición “externa”, y que ser libre es tener la posibilidad de vivir sin la opresión o dominación de otros. Por eso, cuando sentimos que nos falta libertad, la exigimos “hacia afuera” (pedimos más libertad política, económica, de expresión, etc.).
La libertad no es sólo una condición externa, sino también un estado interno.
Pensemos cuántas prisiones tenemos:
Una que vivimos a diario: el tiempo. Cuando nos sentimos “prisioneros del tiempo”, ¿no será que decidimos colocar las urgencias, por encima de las cosas que son importantes para nosotros? Otra es la sociedad: seguimos modas, modelos y tantas cosas que nos impone el mercado de consumo… ¿nos escuchamos o seguimos a otros?
En las relaciones: cuando nos sentimos prisioneros por apego, miedo a estar solos o dejamos de vivir nuestra vida para vivir la de otro. También podemos ser presos de la comodidad, cuando no nos animamos a cambiar aquello que nos molesta o no nos gusta, dejando que otro se responsabilice de nuestro bienestar. Nuestras verdaderas “prisiones” no son ni el tiempo, ni las relaciones, ni el sistema, sino nuestros miedos.
En pocas palabras, aquello que nos impide sentirnos libres no es lo que sucede afuera, sino nuestro interior.
Hoy te invito a pensar en tus prisiones: ¿Las tenés? ¿Tenés miedo a cambiar? ¿Miedo a dejar aquello que te hace mal? ¿Miedo a estar solo? ¿A no pertenecer a un grupo? ¿Miedo a no tener?
Cualquiera sea el miedo que haya en tu vida, quizás sea el momento de mirarlo y decidir si querés que siga ahí.
Me despido con la frase de Víktor Frankl, que dijo: “Nos pueden arrebatar todo, excepto la libertad de elegir nuestra actitud frente a las circunstancias”.
Bendiciones.