La Fundación Guillermo Hayes de Oberá atraviesa una etapa crítica: a la baja de hace años de la ayuda económica que provenía de Europa, se sumó la mala administración y la propia crisis del país.
En la actualidad, las deudas previsionales alcanzan alrededor de los 25 millones de pesos. Desde diciembre, con nuevo administrador, se encararon medidas “duras, pero necesarias” admitieron.
Pertenecen a la fundación el Hogar Santa Teresa del Niño Jesús para discapacitados motrices abandonados, el Hogar Virgen de Luján para ancianos abandonados, el Hogar Espíritu Santo para discapacitados mentales abandonados, el Jardín Bíblico y el Centro de Equinoterapia. En la actualidad, hay 58 residentes y 48 trabajadores.
“Son cinco espacios que fueron pensados por el padre Guillermo. Los recursos llegaban de los pobres de Europa, tanto Irlanda, Inglaterra, como Alemania. Eran los que siempre contribuyeron y algunas personas se acostumbraron a esta entrada de dinero y entendieron que todo era así de fácil. Pero eso cambió, incluso antes de la muerte del padre Guillermo, porque allá había una crisis tremenda. Hace mucho dejó de ser así, la gente debe saber que ya no viene ese dinero”, explicó a PRIMERA EDICIÓN el sacerdote Benjamín Barrios, el padre Gigio, nuevo titular de la administración general de la Fundación.
“Llegamos al límite”
Para tratar de reducir gastos de mantenimiento, una de las primeras medidas fue concentrar el Hogar Virgen de Luján, que funcionaba en la localidad de Guaraní, en el predio del Hogar Santa Teresita. “Tuvimos que hacer ajustes con criterios económicos, administrativos y esto genera tensión. Estamos en esa etapa de crisis, corrigiendo cosas. Se produjeron muchos errores administrativos, se siguió nombrando gente cuando ya no había más recursos. Casi quebramos, llegamos al límite. Ahora estamos respirando un poco”, aseguró el padre Gigio.
Según confió, “debimos unificar el Hogar Virgen de Luján con el Santa Teresita porque ya no llegábamos con los recursos. Con eso economizamos en términos de transporte, número de empleados y alquiler. Sentimos mucho sacar este servicio de Guaraní porque funcionaba muy bien, pero no nos quedó otra”, remarcó el sacerdote.
Recuperar la esencia
Ser realistas es fundamental, admitió el administrador. “Se debe recuperar el sentimiento que era esencial para el padre Guillermo, acá recibimos a los últimos de los últimos, que son nuestros residentes. Si hay pobres, ellos son más pobres porque están abandonados por sus familiares. Esa mística muchos de nuestros empleados lo perdieron. Todos debemos estar a la altura, estamos analizando al personal y lamentablemente deberemos despedir a algunos. La crisis es general, pero hay personas que no ven eso”, indicó.
El sacerdote anticipó que en breve entrarán en una etapa dura de negociaciones, diálogo, junto al Consejo. “Esto debe seguir funcionando, es un trabajo único, no hay otro en la región por la visión que tenía el Padre Guillermo, que siempre lo pensó de manera integral. Es triste, pero dependemos de una ayuda del Estado por lo que estamos utilizando los recursos a cuentagotas”.