El fin de semana culminó una nueva edición de los carnavales apostoleños, y con ella se fueron apagando los festejos por el décimo aniversario de esta fiesta carnestolenda que, aquí, y aunque quizás pocos lo sepan, tuvo hace muchos años, su época de esplendor.
En esta edición participaron tres comparsas, con alrededor de 300 integrantes cada una. El lunes posterior al cierre de las actividades, se conocieron los resultados: Bela Samba resultó ganadora. En batería, sobresalió Pompeya y, en bahianas, Perla Sur. El martes 21, a las 19, en la Expo Yerba, se realizará la entrega de premios y, el mismo día, unas horas más tarde, Los Totora animarán el cierre definitivo de los festejos por el décimo aniversario. Si bien en esta década los festejos se desarrollaron de manera consecutiva, la Ciudad de las Flores tiene historia detrás de esta nueva era de destaque, ya que, en los años 60, los ritmos, el brillo y el colorido, eran habituales por las calles de la localidad. En la Casa del Mate se exponen recuerdos de las vestimentas y demás elementos utilizados en esa época, para quienes las quieren apreciar.
Prueba de ello, es el texto elaborado por el escritor apostoleño Mario Zajackowski, que en su libro supo rememorar estos momentos y, a partir de la letra, permite que nos imaginemos como si los estuviéramos viviendo. “Vuela una golondrina en nuestra mente, uno encumbra la memoria hacia el cielo nostálgico del ayer, hacia la década del 60 para ser más precisos. Éramos alumnos de la Normal. Los Beatles se escuchaban con mucha fuerza a nivel internacional, en cambio en nuestro país surgía como novedosa la ‘nueva ola’, una música de letra simple con un ritmo pegadizo que aparecía con el nombre del Club del Clan”, manifestó. Aquí, en Apóstoles, los bailes en los clubes Social y Ucraniano “eran éxitos totales; congregaban sugestivamente a toda la familia, a los que había que concurrir el día sábado por la mañana para reservar la mesa que aglutinaba a todo el núcleo familiar, y donde las damas que tenían precios preferenciales en la entrada, iban temprano a la peluquería para embellecerse con los clásicos “batidos”. Bailes en los que pulcramente trajeado o de saco y corbata, uno debía atravesar toda la pista para acercarse a una mesa, y después de saludar previamente a los padres, invitar a una chica a bailar, exponiéndose al fiasco de una rebotada ante los ojos expectantes del público presente, y la cargada de los amigos que miraban desde la barra de la cantina”, agregó.
En el barrio San Martín un grupo de jóvenes impulsaba la creación de una entidad homónima realizando reuniones bailables en el galpón del aserradero de Don Miguel Grabovieski para recaudar fondos con el sueño de la sede propia.
Por esa época, en la calle Pellegrini, casi frente a la talabartería de “Rulo” Fernández y de la vivienda del profesor “Tito” Oliva, “un grupo de vecinos organizó un paso de disfraces y bailarines infantiles con excelente respuesta del público. En la segunda noche se le sumó imprevistamente ‘una murga de mayores’ capitaneada entre otros por dos empleados telefónicos: “Rulo” Cordovez y Mario Klimczuk. Y ahí comenzó la cosa nuevamente. En forma imprevista las fiestas carnestolendas volvieron a cobrar vida en Apóstoles. Se organizaron dos entidades que pasaron a dividir las aguas en nuestra ciudad: el club Social y el Club San Martín. Posteriormente un grupo de integrantes de la escola de samba de una de las entidades formó Bahía, representando al Unión, y alcanzó renombre provincial sobre todo por la ejecución de manera excelente del ritmo del carnaval carioca”, explicó.
Fueron jornadas memorables en noches repletas de público que se aglutinaba en la Belgrano con el palco ubicado frente al bar de Alipio, la animación de “Estachiño” Zembreski como locutor, con el precario sonido de la Municipalidad que manejaba el recordado “Negro Alvarenga”. Si uno hace nombres seguramente sin querer quedarán muchos afuera, pero recordamos a: Choché “Máquina” Fiorito, Lupín, al Toto Tarnowski, el Gordo Aguilar, a Moncheski “aquel guarda de colectivos”, bailarinas como Norma Newman o “Pilula” Fiorito, reinas como “Coca” Barrufaldi y “Titina” Gelabert que desfilaban en hermosas y bien logradas carrozas. Había una murga que la dirigía un conocido mozo y albañil Eduardo “Ayo” Merenda, denominada “El casamiento de Titito”, quienes en un carro polaco representaban la clásica boda”, rememoró el docente y escritor apostoleño. Después la fiesta se prolongaba en bailes con conjuntos musicales de Posadas, Encarnación, Santo Tomé o de San Borja, o con Rodolfo Mazur y sus Halcones, que reforzaba su naciente orquesta con integrantes de la banda de música del Regimiento. Allí los “lanza nieves y lanza perfumes”, las bolsitas de papel picado y las serpentinas le daban un colorido especial.
Y uno evoca el sonido de zurdos y redoblantes, de cuicas y recu-recus, muchos de estos instrumentos realizados artesanalmente por sus dueños, con el ritmo de una batucada infernal, una carroza tirada por un viejo tractor que brindaba un hermoso espectáculo, donde la reina lucía su belleza rodeada por rostros infantiles de niñas que, sentadas en el borde de la misma, se sumaban a los festejos. Dos viejos altoparlantes atados en lo alto de una jirafa de la luz callejera, en la vereda de la farmacia Fernández, irradiaban paso a paso la secuencia de la marcha del Rey Momo; era el equipo de sonido, como ya dijimos, manejado por el querido “Negro” Alvarenga, quien con su Renault 4 (con retoques de pintura realizados a mano por él mismo) circulaba cotidianamente adueñándose del pasaje urbano. Se sumaba a esto la figura humanitaria del “Rulo” Cordovez, con su sonrisa característica y predisposición hacia lo social traída desde su Santo Tomé natal, o de aquel conocido acomodador del Cine Rex bautizado como “Lupín”, por su similitud con un personaje de historietas. Los corsos de la que fuera Capital del Carnaval Misionero fueron reflejados por la revista “Así”, en una publicación de enorme tirada nacional, de la misma editorial que el diario Crónica de Buenos Aires. Difícilmente puedan reeditarse, sobre todo con ese calor popular, la calidez de sus participantes y esa cuota de simpleza que le daban un colorido diferente. Participantes algunos fallecidos, otros ya abuelos, como quien escribe esta nota, que con una sonrisa melancólica rememoran permanentemente el ayer mirando con optimismo el presente y el futuro de nuestra querida Apóstoles.
Y siguieron marcando ritmos
“Hemos detenido la historia… El redoble del redoblante de ‘Choché’ Fiorito se acercó para decirnos: ‘¡Qué hacés máquina!’. Y se marchó como muchas cosas que fuimos perdiendo por los bolsillos rotos de la vida. Por los bolsillos rotos por el paso del tiempo se nos escapan las sonrisas y los recuerdos, y en la plazoleta de la madre, nos encuentra ‘Choche’ Fiorito para decirnos: ‘¿Cómo andas máquina?’, mientras el redoblar de su redoblante nos sigue marcando ritmos carnestolendos”, finalizó Mario Zajackowski, en este grato recuerdo para muchos habitantes de la actual ciudad, quienes fueron parte y que hoy disfrutan con una nueva generación de esta fiesta que, sin dudas, es muy convocante.