Desde niño, Juan Borgmann conoció la cultura del trabajo junto a sus padres, Romilda Braunn y Ervino Borgmann, y sus hermanos: Carlos, Delia Mercedes y Héctor quienes, como todas las familias de esos tiempos, vivían de la producción y de los oficios que conocían.
Cursó los estudios primarios en la Escuela N° 93 “Medardo Alsina”, de su ciudad natal. Su curiosidad lo impulsaba a seguir estudiando, pero fue un anhelo que no se pudo dar inmediatamente, ya que tuvo que dedicarse de lleno a las tareas de la chacra junto a sus padres. En 1970 inició el secundario en el Instituto Nuestra Señora de Itatí (INSI), donde tuvo el honor de portar la bandera argentina. Durante este tiempo, demostró su espíritu emprendedor ya que fue integrante del Centro de Estudiantes, cumplió tareas de bibliotecario, participó del armado de carrozas, y fue organizador del viaje de estudios.
En 1974, decidió continuar la carrerea de contador público en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNNE en Resistencia, Chaco, y egresó en 1979. Enseguida volvió a su querido Capioví, volcando toda su joven fortaleza en abordar las necesidades de todo pueblo que comienza a crecer. Participó de la Cooperativa de Agua Potable, que había sido una fusión municipal en el gobierno militar, y obtuvo personería jurídica para distintas instituciones como, por ejemplo: el Club de Pesca de Puerto Mineral y el Banco Provincia de Capioví. Pronto encontró a la mujer de su vida, Clara Zimmermann, que lo acompañó en todas sus actividades. Estuvieron casados durante 41 años y tuvieron a sus hijos: Carolina Vanessa, que es licenciada en nutrición, Cristian Javier, ingeniero civil; Matías Pablo, contador público y Juan Manuel, estudiante de la carrera de mecatrónica (rama de la ingeniería que combina mecánica, electrónica, informática y la ingeniería de control).
“Estuvo siempre atento en aportar al crecimiento con el objetivo del bien común para su pueblo”, destacaron sus familiares. Fue un excelente esposo y padre y, a pesar de sus múltiples compromisos, siempre se hacía un tiempo para estar junto a su familia: participaba de los juegos, llevaba a los chicos a los partidos de básquetbol, acompañaba a su hija a sus clases de danza, le gustaba charlar en los reiterados viajes que hacía a Posadas para cumplimentar trámites personales y de la comuna, y participar de los cumpleaños de cada uno de sus hijos, por citar solo algunas de las cualidades de este hombre, cuya vida se apagó el 22 de enero de 2022, a las 22, en una clínica privada de Puerto Rico.
Juan trabajó durante 38 años como contador de la Cooperativa Limitada de Puerto Rico, además de administrar la “industria maderera”, una actividad familiar que desarrolló junto a sus hermanos Carlos y Héctor Borgmann. En 1996 lo invitaron a participar en la política, donde primero fue electo como primer concejal (1996-1997), luego ocupó el cargo de intendente de Capioví (1998-1999) y reelecto para el período 2000-2003. Su objetivo y legado de su gobierno fue el cuidado del medio ambiente.
“Hagamos de Capioví una ciudad Limpia y Bella”, fue una iniciativa para el bienestar de todos sus compueblanos. Alzó la bandera de la “Industria sin chimenea”, fomentando el turismo en la localidad, y creó la denominada Región de las Flores. Esto, además de ocuparse de las necesidades básicas de la población como salud, educación, bienestar, brindando alegría a la comunidad a través de diferentes actividades al aire libre, en esos difíciles momentos por los que atravesaba el país. Durante su gestión, creó la Escuela Especial N° 36 de Capioví. En reconocimiento a tantas iniciativas, el parque del pueblo lleva su nombre.
Con un mate, lo resolvía
“Fue un hombre muy trabajador, siempre luchando por la convivencia humana; por la dignidad de la persona y por un ´mundo Mejor´ desde su rol de intendente, de hijo, de hermano, de esposo, de papá y de yerno. Con un buen mate siempre buscaba la forma de solucionar los problemas laborales. Fue siempre empático, solidario, respetuoso, y con mucha responsabilidad, con un toque de un ser sensible y carácter firme”, agregaron.
Añadieron que el lugar predilecto para el descanso eran las playas del Brasil, además de la pesca, de jugar al fútbol (cuando era más joven). Como buen lector, amaba las historias, la geografía, la naturaleza, el arte y la cultura, sobre todo la de su descendencia alemana. Un año antes de enfermar, tuvo la suerte de conocer Europa y la amada tierra de sus ancestros.
Desde el seno familiar de Borgmann aseguraron que “presentó batalla a una enfermedad incurable durante 14 años” y que su vida “se fue apagando de a poco, a raíz de otras enfermedades que empezaron a surgir”. También tuvo que convivir con la pandemia.
“Cuando nos reconocía, decía: perdón por hacerlos sufrir. En ocasiones le gustaba escuchar la radio recitando la oración de la Misericordia; amaba escuchar una canción en alemán que se titulaba “Gracias con rosas rojas”. Quería conocer a su primera nieta, Ana Paula, pero no logró concretar el sueño. Creemos que iba a ser un gran abuelo. En sus últimos días le dejó como regalo una muñequita con su nombre grabado. Se despidió con tranquilidad porque tuvimos la oportunidad de agradecerle por todo lo que nos ha dado en la vida”, reseñaron la esposa e hijos de Juan Borgmann, orgullosos del padre que tuvieron.