Luego del último incremento de precios en los combustibles, que se ajustaron por impuestos y aún resta saber qué otra suba vendrá en materia de precios de las naftas en sí, se volvió a notar la enorme diferencia del costo entre el centro del país y el llamado “norte grande”, al que las distancias le juegan en contra a sus habitantes.
En la edición impresa de hoy, es notorio el “castigo” que se mantiene al tener que pagar hasta 70 pesos más caro el litro que alguien que vive en la Ciudad de Buenos Aires.
Sobre esas asimetrías, como la del gas y la energía eléctrica, es que este relegado norte grande al que llenan de halagos en los discursos políticos de la Casa Rosada, espera medidas que no lo hagan sentir parte de otra Argentina.
A nadie escapa que cada suba de tarifas en los combustibles termina provocando el mismo sentido para otros productos, empezando por algo tan básico y elemental como la canasta básica alimentaria.
“Es el flete”, se justifican todos los funcionarios a los que se pregunta por las razones que hacen la diferencia de precio negativa para los misioneros.
Si la capital del país estuviera en alguna ciudad del norte grande, ¿en CABA llegarían a pagar 70 pesos más caro un litro de combustible?
Mientras el país central naturaliza que los habitantes de la tierra colorada paguen más porque viven más lejos, hay ciudadanos que se benefician de subsidios para amortiguar el impacto de la ubicación regional. Para el Norte Grande, donde la inflación en el NEA fue la más alta de todo el país, no existe una mirada regional ni del Congreso ni de la Casa Rosada para ayudar a vivir con un poquito, apenas un poquito más de dignidad.