Encarar una carrera universitaria es un desafío para cualquier joven porque implica tiempo y estudio; pero más aún para aquellos que están lejos de sus familias o quienes tienen algún tipo de discapacidad. Es por eso que la historia de Marcelo Hassenrück resulta inspiradora no sólo para las personas que están en la duda de si iniciar o no su recorrido universitario, sino a aquellos que tienen alguna discapacidad.
Luego de transitar casi al día la carrera, que empezó en 2018, con 23 años el joven oriundo de Puerto Rico se recibió de profesor de matemáticas: un sueño que inició cuando cursaba la secundaria.
Si bien “todas las discapacidades son diferentes y cada una tiene desafíos distintos yo les diría que se puede, que muchas veces va a ser difícil porque es así, pero se puede, sólo es cuestión de probar e ir viendo cómo se dan las cosas “, afirmó Marcelo en diálogo con PRIMERA EDICIÓN.
En cuanto a la elección de estudiar el profesorado de matemática, y si esta tuvo que ver más con la disciplina en sí o con la docencia, Marcelo fue elocuente y confirmó que fue por la matemática.
“La matemática siempre me gustó, yo siempre participé en las olimpiadas desde la primaria, y siempre ayudaba a mis compañeros con ese tema entonces siempre supe que no era algo ajeno, a pesar de que después me di cuenta que eso no es lo mismo ya que la docencia porque implica muchas más cosas”, indicó.
Además, el joven estudió en una institución secundaria con orientación técnica, por lo cual el manejo de las matemáticas fue imprescindible.
Fue así que, cuando egresó de la secundaria, Marcelo tuvo dos opciones: hacer el profesorado en Posadas o hacer la Licenciatura en Corrientes. Frente a eso, como ir a la provincia vecina le implicaba estar un poco más lejos de su familia, optó por estudiar en el Instituto Montoya.
Para eso fue fundamental el acompañamiento de sus padres que “me apoyaron en todo momento. Como todos los padres primero no querían mucho que yo me fuera lejos, porque yo nunca había salido a vivir solo, pero me apoyaron mucho”.
A eso agregó, entre risas, dejando entre ver su gran optimismo, “siempre cuento que cuando yo llegué a vivir solo no sabía ni cocinar un arroz, pero siempre creí que todo se puede aprender, y ahora es todo más fácil con la tecnología”.
Por otro lado, en ese punto de su vida fue fundamental el Centro de Rehabilitación del Ciego Santa Rosa de Lima, una institución que el joven agradeció mucho en la entrevista ya que fue la encargada de enseñarle a manejarse de forma independiente en los espacios públicos y a utilizar el bastón, entre otras cosas. Tras superar esas barreras: estar lejos de la familia, vivir solo y con una discapacidad visual; fue que le quedaron sólo los desafíos de la carrera.
Un desafío para los docentes
Por otro lado, para que Marcelo logre su cometido de convertirse en un profesional de las matemáticas y la docencia, no sólo bastó con su predisposición, se necesitó también la voluntad de los docentes, ya que se vieron frente al desafío de repensar y adaptar sus prácticas pedagógicas.
“En mi caso lo que más me ayudó fue la predisposición de los docentes que vieron la forma de ayudarme, es imposible estar preparado para todas las situaciones y ellos tuvieron que ver la forma”, indicó Marcelo.
Es así que destacó momentos en su recorrido en los cuales sus profesoras iban una vez por semana al Centro de Rehabilitación del Ciego para ver cómo adaptar los contenidos y se informaban para crear sus propios recursos didácticos para facilitar su estudio. Según el joven, el punto de la predisposición es el fundamental, para que cualquier institución pueda garantizar la inclusión académica.
Finalmente, de cara a un nuevo año y al ser consultado por su futuro profesional, Marcelo explicó que si bien aún no sabe qué hará, sí está decidido a seguir especializándose en su disciplina.