Hazme cantar los villancicos
para hacerme vibrar lindo y bonito,
vibrar alto con cada nota
que de Amor salga de mi boca.
Que mis manos traduzcan tus pensamientos
para elevar del hombre sus sentimientos.
Haz que mi voz sea una melodía
que tus oídos quieran escuchar noche y día.
En una burbuja de ensueños envuelve mi vida
y al reflejarte los demás deseen esa bebida
que embriague sus sinrazones
permitiendo que se abran sus corazones
al amor incondicional que Jesús vino a mostrar
y que entiendan que se convierte al practicar
en las llaves del Reino que permiten a Él entrar.
En esta Navidad nos regalamos las llaves del Reino siguiendo la oración que Jesús nos legó.
Padre Nuestro, tú que estás en esos elevados cielos de consciencia donde tu Nombre es Santificado, siendo que eres la consciencia que has Creado todo y a nosotros que somos tus hijos pero lo hemos olvidado, te pedimos que hagas venir a nosotros tu Reino de consciencia, ese “Reino que no es de este mundo” y donde sólo es tu voluntad, enséñanos cómo ser para que solamente ella sea en la tierra.
Dános el pan de cada día, sé Tú el que nutre nuestro cuerpo y espíritu, que sólo escuchemos tu voz y nuestros ojos vean tu rostro en el de nuestros hermanos.
Perdónanos nuestras deudas. Que nuestro ser superior, que es ese fractal tuyo, nos haga saldar nuestras deudas, terminar con temas irresueltos y que al sanar las heridas nos enseñes a perdonar como tú a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación de olvidar nuestra procedencia al enceguecernos por las luces artificiales de este mundo de ilusión material.
Líbranos del mal, cierra nuestros oídos a los cantos de sirenas que quieran hundirnos en bajas pasiones; que sólo veamos el bien y al hacerlo lo creemos, y no entreguemos nuestra atención al enemigo. Haznos invisibles a ese mundo al cual hemos dejado de pertenecer al seguir tus designios que elevaron nuestras vibraciones, por lo que los que no lo han hecho no nos puedan percibir.
Amén. He aquí las Llaves del Reino: “Ámense los unos a los otros” porque somos Uno con el Padre-Madre celestial.