El autor norteamericano Mark Twain dijo: “La mejor forma de animarte es intentar animar a otro.”
Según una investigación dirigida por la Universidad de Oregón, podría haber dado en el clavo. Los investigadores descubrieron que el acto de realizar donaciones benéficas activa los centros del placer en el cerebro, de forma similar ocurre cuando recibimos regalos, y provoca lo que conocemos como “el síndrome del ayudante.”
Eso me sucede, cuando enseño las técnicas que he aprendido para liberar la tensión y conectar con el cuerpo, y a las personas que lo reciben les genera alivio y pueden aplicarlo en el día a día. Me genera mucho placer poder hacerlo y salgo con el corazón lleno por haber podido ayudar.
Al comenzar las personas se encuentran tensas, rígidas, y al ir realizando los ejercicios o juegos, empiezan a cambiar su energía, sintiéndose más conectados con su cuerpo.
A veces solamente necesitamos parar un poco, detenernos, y conectar con eso que nos hace bien, que sabemos hacer y que podemos dar. Pero nos cuesta tanto, vivimos ocupados y acelerados, en esta cultura donde todo va tan rápido, parar un poco, respirar y observarnos, es un buen regalo que le podemos dar a nuestro ser.
La invitación de hoy en esta nota es observarte, ¿cómo te sentís cuando ayudas a alguien y le sirve lo que le das? O cuando te sorprenden con un regalo o te tienen en cuenta en algo donde te sentís mirado.
Todos de alguna manera necesitamos ser mirados, la mirada amorosa de otro ser nos sana, y eso mismo podemos replicarlo.
Intentemos ayudar a otros con lo que podemos hacer, puede dibujar una sonrisa en nuestra cara, dar siempre nos ayuda.
Mirarnos para mirar a otros, puede generar cambios en nuestro ser. ¡Quizás no dimensionamos el poder que tiene hacer el bien!
Bendiciones.