A fuerza de errores no forzados y de los otros, al Gobierno le brotan problemas todo el tiempo. Y no es que esté pasando por su mejor etapa, pero justo cuando algo positivo se le presentaba en el horizonte, nuevos nubarrones oscuros dejan verse en lo inmediato.
A fines del mes pasado y en medio de la tormenta inflacionaria, se presentó de la nada un nuevo récord de recaudación impositiva superior a los 1,9 billones de pesos.
Pese al estado de las cosas, el Gobierno hizo gala de su capacidad recaudatoria mediante diferentes impuestos.
Pero lo positivo de ese estímulo se diluye rápidamente por el enorme impacto que podría generar la sequía que se registra para la cosecha de granos en diversas zonas, pero en particular a la zona núcleo.
Estudios meteorológicos advierten que el fenómeno, el tercero en tres años, podría transformarse en uno de las más graves de las últimas décadas.
De seguir por esta crisis climática, las exportaciones agropecuarias bajarían ostensiblemente causando un efecto inmediato en las reservas líquidas del Banco Central.
La situación se complica aún más porque el Gobierno cobró por adelantado parte de las retenciones de las exportaciones de trigo a los productores con lo que se quedaría sin una gruesa cuota de recursos.
Con todo, la caída de las exportaciones de trigo tendría otro efecto en la cotidianidad de los argentinos: la escasez de materia prima impactará en los precios de la harina, un efecto que el Gobierno descartaba para esta etapa del año en la que esperaba frenar la escalada inflacionaria.
Pero hay más… la tormenta tiene otro frente que es el de la abundancia de pesos por la fuerte emisión de la autoridad monetaria, lo que repercutiría en una inflación mucho mayor a la actual en los próximos meses.
Al fin y al cabo, que al Gobierno le surjan problemas donde no los hay no sería de preocupar salvo porque cada vez que le aparece algo se lo transfiere a la sociedad.