A mediados de 1922 un maestro correntino llamado Antonio Dagorret, recibió la comunicación de las autoridades educacionales nacionales de trasladarse hasta Montecarlo, porque su escuela, la Nacional 132, ubicada en el paraje Campiñas de Américo -situado hoy entre las localidades de Pozo Azul y Bernardo de Irigoyen-, tuvo que ser clausurada por falta de alumnos.
Ese paraje fue fundado por brasileños que se dedicaban a la cosecha de la yerba mate, en 1864. Las lágrimas corrieron por las mejillas de los pocos jóvenes que a partir de ese momento quedaban sin poder adquirir más educación.
El maestro tuvo que recurrir a baqueanos de la zona y a la buena voluntad de ellos, también de vecinos, porque tenía que trasladar a lomo de burro el siguiente material, tan necesario para iniciar sus actividades en el nuevo destino: 15 bancos, dos mesas, dos sillas, dos armarios, dos pizarrones, una campana, cuadernos y tizas. En total debía recorrer unos 130 kilómetros por el norte de la selva misionera, primero hasta San Pedro, seguir hasta Canalejas – Puerto Laharrague, y llegar a su destino final, Montecarlo.
En 1942 la escuela tenía 310 alumnos, de los cuales 110 eran del primer grado inferior, dividido en “A” y “B”, mientras que el sexto grado sólo tenía 14 alumnos. En ese año se editaba el periódico mensual “El sembrador”. Actualmente, la Escuela de Frontera tiene 330 alumnos; 19 maestras de áreas; 11 profesores especiales, dos directivos, personal de servicio y dos cocineras.
El historiador de Puerto Piray, Francisco Unternährer, aportó el dato de que habrán sido unas 20 mulas, guiadas adelante por un capataz que iba limpiando con machete el sendero-picada, que tenía 1,50 metros de ancho, cubierto de lianas y malezas. También integraba el grupo un encargado y un ayudante. La distancia de Campiñas de Américo a San Pedro era de 40 kilómetros, que realizaron en un día. Al siguiente día, 20 kilómetros hasta el arroyo Máquinas o Antas, después al arroyo León otros 20 kilómetros. Le seguía el arroyo Mborá, de allí no seguían a Puerto Piray, sino a puerto Canalejas después llamado Puerto Laharrague, y de aquí unos ocho kilómetros más por la línea Aterrada para llegar a Montecarlo. Es de mencionar que al recorrer cada día esas distancias llegaban a un arroyo- al “Pozo” donde se bajaba todo el equipaje para que descansen las mulas, que eran soltadas, guiadas por la madrina con un cencerro. Allí había un rancho con un encargado -muchas veces con su familia-, que vendía el forraje y los alimentos. En la picada había una característica que la mula que seguía, pisaba en la misma huella llamada “calderón”, con ello se afirmaban mucho mejor en los días con lluvias o con barro, y no era impedimento para seguir. También debían estar cuidando el acecho de tigres – yaguaretés hambrientos, principalmente en la zona alta del kilómetro 60. Queda la pregunta ¿habrán pedido consejos a la más valiente de todas las troperas: “Doña Geraldina Carvallo”, que usaba un fusil en la espalda y un revólver en la cintura? Todo el recorrido, según los propios relatos del maestro Antonio Dagorret lo hicieron en siete días, hasta llegar a la ansiada meta junto al arroyo Bonito, del lado este, en el hoy kilómetro 3,5. Allí esperaban dos casas de maderas con techo de tablillas, una más grande para la escuela y la otra, para uso como vivienda familiar del maestro-director. Del otro lado del arroyo -hacia el oeste- estaba un aserradero abandonado. Todos estos edificios fueron construidos en la época de la explotación forestal, por la empresa Carlos Seguín.
El día de las campanadas
Para que la incipiente Montecarlo tenga una escuela, porque cada vez se sumaban más inmigrantes con hijos jóvenes que necesitaban instrucción, cultura y requerían aprender el español, el colonizador Carlos Culmey, Juan Peralta y el pionero Alfredo Herm, realizaron gestiones ante el inspector general de escuelas de Territorios nacionales profesor Próspero Alemandri.
Llegó el gran día, el de las llamadas de la campana, Día de la Primavera, 21 de septiembre de 1922, primero fueron 20 alumnos: 12 niñas y 8 varones, después 25: 13 niñas y 12 varones. Más adelante, otros más grandes también querían aprender el idioma y adquirir conocimientos.
Por falta de espacio se recurrió al aserradero, que tenía techo y piso de tierra, pero no paredes, y como asientos usaban tablones. Según datos proporcionados por los mismos interesados, todo el aprendizaje se vio facilitado porque había un maestro llamado Alejandro Sajonovich que hablaba en alemán, y explicaba en los dos idiomas. Se fueron agregando maestros como Agustín Ávila, en 1924; el mencionado Sajonovich, en 1926; Eladia Fernández, en 1926; Matilde García, en 1928; las hermanas: María Rosa Zubiría de Volkart y Blanca Zubiría de Virasoro, ambas en 1929, y María de Resoagli, en 1931.
En 1924 llegó a la escuela el primer inspector, y en 1925 el segundo, que encontró al maestro-director con machete en mano, tratando de agrandar el patio de la escuela. En el libro de inspección el inspector escribió: “Encontré al director talando la selva para convertirla en patio. Maestros como éste hace falta en todas partes”. En una de las fotos de 1925 o 26 se ve a todos los alumnos con Dagorret y, al fondo, un gran tacuaral. En otra sentado con alumnos debajo de un árbol. Dagorret fue un maestro talentoso y activo. Como la escuela y la casa del maestro director estaban en una propiedad privada, se organiza y se crea la primera Comisión Cooperadora para adquirir un terreno propio a Juan Bischoff y levantar un edificio propio. Se realizó el 25 de octubre de 1925, y fueron electos: como presidente: Ernesto Poll; vice, Federico Loose; secretario, Federico Urban; tesorero, Ferdinando Arntzen. Vocales: Carlos Wacker, Guillermo Wörbach, Teodoro Bischoff, Antonio Dagorret y otros. Fueron adquiridas dos hectáreas en el kilómetro 5. Allí, según relatos de pioneros, había un enorme árbol de la especie nativa de timbó, que fue aserrado en el aserradero de Juan Waidelich, ubicado en la línea Aterrada.
Hubo que superar dificultades para cruzar el arroyo Aterrado por el puente debido al gran peso del tronco. Sus hermosas tablas fueron usadas en la construcción de aulas de esta nueva escuela nacional 132. Con la colaboración de muchos vecinos, en 1927 se terminó la construcción de la escuela, toda de madera, con techo de chapas de zinc, ventanas con vidrios.
Tenía la forma de una U grande, abierta hacia el norte, para poder agregar otras aulas, y el frente estaba sobre la calle principal -desde 1950 avenida El Libertador-. Tal como se registra en una foto, el 25 de mayo de 1927 se festejó en el primer lugar, junto al arroyo Bonito y, el 9 de julio, en el nuevo lugar.
En una imagen aérea de las dos hectáreas de la Escuela de Frontera, registrada el 4 de septiembre por el dron de Luis Palma, se pueden ver: 21 aulas con los talleres, dos patios, un salón multiuso, cocina con depósito y otros depósitos de servicio. En la parte norte del terreno se observa el verde, donde está su campo de deportes.
Antonio Dagorret fue director hasta 1931. María Zubiría de Volkart fue directora de 1931 a 1935. Durante esta dirección hubo tres años muy especiales, en 1930, 1931 y 1932, se festejó en septiembre y con gran éxito, “La fiesta de las flores”, con un jurado para las premiaciones. Es la semilla para que a partir de 1980 se organice la Fiesta Provincial de la Flor en Montecarlo, que ya lleva casi 40 ediciones. Félix Oviedo fue director en 1936 y en 1937 asumió el cargo durante varios años Juan Gregorio Palomar, se forma la segunda Cooperadora, y en 1938 se inauguró el servicio de “mate cocido diario, con leche y galleta”. Recién en 1937 la escuela contó por primera vez con un quinto grado y al año siguiente, en 1938, egresaron del sexto grado- hoy séptimo- por primera vez. Se trata de Johannes Waidelich, Werner Todt, María del Rosario Díaz, María Francisca Mayerhöfer, Margarita Waidelich, Angélica Pukal, Adolfo Bischoff y Federico Bochert. Adelante está la maestra María Zubiría de Volkart y el director, Juan Palomar.
El día más triste
El día más triste en la historia de las Escuelas 132 y Frontera 607, es la noche del 5 de abril de 1958 cuando un incendio destruyó totalmente la segunda escuela nacional 132 de madera ubicada en el kilómetro 5. Se perdió toda la documentación histórica archivada a lo largo de 36 años, todo el mobiliario, todos los libros de la hermosa biblioteca, elementos museológicos y musicales. Se rescató solamente: el escudo de la escuela, un armario, un busto de Sarmiento y una campana. Era época de clases, se mostraron enseguida vecinos solidarios. La firma de empaque de cítricos Lago Hermanos, ubicada en el kilómetro tres, cerca de la rotonda Bosse, puso a disposición su galpón de empaque de frutas de 30 x 15. Tal así que, a los nueve días, el 14 de abril, se reiniciaron las clases. Según datos del exalumno Carlos Hiller, para separar- delimitar las aulas se usaron los cajones de madera para empaquetar las naranjas, las conversaciones tenían que ser en voz baja, era molesto escuchar los ruidos de otras aulas. El piso era de tierra. En las siguientes vacaciones el Gobierno provincial donó maderas y machimbre para realizar las divisiones y se colocó piso de ladrillos. En los años 1960/1961, la firma Olbor realizó la construcción de la nueva escuela de material, y a partir de 1962 comenzaron a dictarse allí nuevamente las clases y otras actividades. En 1969, la Escuela Nacional 132 pasó a llamarse Escuela de Frontera 607.
En 1972 se festejó el cincuentenario de una forma especial y, en 1997, los 75 años de la fundación. Ahora en pocos días, el 21 de septiembre festejará su centenario.
Debajo de las cenizas de la escuela de madera que se incendió el 5 de abril de 1958 se pudo rescatar cuatro elementos, entre ellos el escudo y la campana de unos 15 kilogramos.
Después de 71 años no se encontraba en la capuera el lugar de la ubicación de la primera escuela, en cercanías del arroyo Bonito. Los más jóvenes creían que se situaba muy lejos, junto al Campo Municipal de Deportes, por lo que, en 1993, el exalumno Juan Plocher, egresado de sexto grado en 1949, pidió a dos de sus excompañeros que en forma separada la ubiquen como dato histórico, ellos fueron: Emilia Bischoff de Díaz y Arnoldo Naujorks.
A raíz de ello se confeccionó una placa con la siguiente leyenda: “a 60 metros existió la primera escuela de Montecarlo, la 132. Docentes y exalumnos de la escuela- 12 de septiembre 1993, fue colocada en la vereda de la avenida El Libertador y en su presentación estuvieron ocho exalumnos: Reinaldo Schiz, Helmuth Harms, Erna Boek de Volz, Emilia Bischoff de Díaz, Wilma Becker de Meza, Carlos Hiller, Rosa Goetz de Neuberger y Matilde Poll de Zamudio. Fue todo un acierto.
Destacados
El exalumno de la Escuela Nacional 132, Eduardo Amores -clase 1937- puede considerarse uno de sus alumnos distinguidos, un orgullo para Montecarlo. Hizo la secundaria en Posadas, después se recibió de piloto militar en Córdoba. Había estado a cargo en varias bases aéreas, cuando horas antes del 2 de abril recibió la orden de trasladarse a Comodoro Rivadavia. En una entrevista que Plocher le realizó el 9 de julio de 2019, en Capital Federal, dijo que allí se enteró de la misión a realizar ese 2 de abril, “por la mañana con un avión Fokker 28, con un copiloto y un mecánico, nos dirigimos con destino a las Islas Malvinas, adonde arribamos a las 7.30. Eran horas de oscuridad. Conocía la pista de aterrizaje de Puerto Argentino porque había estado meses antes en su inauguración”. En la pista recibió la orden de esperar allí con su avión. Se fueron produciendo los distintos acontecimientos de la Recuperación. “cerca de las 12 llegaron vehículos custodiados por soldados argentinos, en los que traían al gobernador inglés Rex Hunt, que se encontraba prisionero”.
Al encontrarse con el piloto Amores, le pregunta, a qué se debe todo esto, a lo que le contesta que está cumpliendo órdenes superiores, para llevarlo a la Argentina. El inglés acepta. Como este tenía puesto su uniforme de gala, le preguntó si podía volver para cambiarse. Amores le dice sí, que lo esperaba por el término de una hora, por lo que lo acompañó la guardia argentina. Cerca de las 16 partió el avión de regreso con Rex Hunt, su esposa e hijos, con destino a Comodoro Rivadavia. Al llegar, el inglés le agradeció el gesto de haberle permitido cambiarse de ropa. En 2006, el comodoro Eduardo Amores estuvo en Montecarlo, recorriendo y observando los distintos lugares, buscando a exalumnos de la Escuela 132. Su escuela ya no estaba porque se había incendiado en 1958. Con Guillermo Aaicheler, secretario de la Asociación de Fundadores, y Plocher, tuvieron “una hermosa y larga charla” en el Museo del Agricultor, de Montecarlo.
Así también es deber mencionar -como otros- al exalumno José Ricardo Spadaro, comandante de Gendarmería Nacional, que tuvo destacada actuación durante la Gesta de Malvinas. Dirigió en las Islas al grupo especial “Comando Alacrán”, de GN.
El programa
El viernes 16, se llevó a cabo la caminata-paseo de los 100 años. Partió desde la Escuela y pasó por lugares históricos. Se izó la bandera y se cantó el himno en el lugar donde comenzó la Escuela 132.
El lunes se efectuó la presentación del libro “A 100 años de historia”, de Irma Benítez y Karina Cáceres, en la sede del establecimiento. El miércoles 21, a las 9, acto central conmemorativo 100 años de la fundación de la Escuela de Frontera. A las 10, exposición de fotografías. A las 12, almuerzo en el predio de la Asociación Bomberos, con la animación de los Hermanos Scherer. El sábado 24, a las 20, peña frente a la escuela con la participación de la Escuela de Danzas “Rote Rosen”, representación artística de alumnos de la Escuela de Frontera, Escuela de Danzas Renacer, Claudia Torgen y Armando Maidana, Escuela de Danzas Alemanas “Goldene Sterne”, Ricardo Meza, Escuela de Danzas “Martín Miguel de Güemes”, y Guille en Banda. El jueves 29, presentación del Programa del IPLyC SE “Gurises felices”.
Por Juan Plocher. Ex alumno de la Escuela Nacional 132, desde 1946 a 1949, inclusive.