Con frecuencia, las personas adoptan una postura victimista ante situaciones de su vida con las que no están satisfechas. ¿Víctima o responsable?
Existe una tendencia a responsabilizar a otros o a las circunstancias de cuestiones en las que uno mismo está involucrado. Esta actitud, si bien -momentáneamente- nos genera tranquilidad, en el fondo es altamente perjudicial porque nos impide actuar, nos impide ser conscientes de nuestra contribución al problema y aprender de lo ocurrido para evitar que nos vuelva a suceder. El lugar de víctima no da elección.
Adoptar una postura victimista nos llena de impotencia para solucionar la situación que nos resulta insatisfactoria. Cuando creemos que la “culpa” es de otros, o de determinadas circunstancias, nos estancamos en ese sentimiento paralizante que nos lleva a la resignación, comportándonos como si el asunto que nos perjudica no pudiera cambiar.
Una persona resignada no ve las posibilidades de intervención que tiene ante sí para cambiar lo que no le gusta. No es responsable de la situación, y, por tanto, no hace nada.
En el lado opuesto a esta postura de victimismo, aparece la responsabilidad frente a todas aquellas situaciones que no nos satisfacen o nos perjudican.
En vez de intentar responsabilizar o culpar a otros, la actitud responsable consiste en analizar la situación preguntándonos ¿qué puedo hacer YO para cambiar/mejorar esto que me preocupa?, ¿qué responsabilidad tengo YO en lo que ha pasado?, ¿qué aprendizaje puedo obtener de lo que ha sucedido que me permita hacer las cosas mejor en el futuro?.
La responsabilidad es nuestra capacidad de responder con habilidad a lo que nos incomoda.
Asumir nuestra responsabilidad en las cosas que nos pasan es una elección, significa tener capacidad de actuar para encontrar una respuesta satisfactoria, en lugar de optar por la actitud incapacitante de considerarse víctima de las circunstancias y esperar que otros se hagan cargo de lo que está pasando.
La responsabilidad supone considerarse dueño de las propias acciones y sus consecuencias, reconociendo los errores cuando se cometen y aprendiendo de ellos.
Cuando asumo el lugar de víctima, soy un actor pasivo, no puedo hacer nada para cambiar la situación, me resigno, otros tienen que actuar para que mi situación cambie.
Cuando asumo la responsabilidad de la situación, analizo qué ha pasado, qué papel he tenido, aprendo para que no vuelva a suceder, y emprendo acciones para salir de la situación insatisfactoria.
Pasar de ser un observador víctima a un observador responsable, significa tomar las riendas de nuestra propia vida, siendo lo suficientemente valientes para reconocer que somos parte del problema y emprender acciones diferentes que nos permitan alcanzar nuevos retos.