Este domingo 7 de agosto, en medio de la gran crisis económica que estamos atravesando, celebramos la fiesta de San Cayetano. Es un momento en la que muchos hombres y mujeres de fe, se acercan a los Santuarios que lo veneran; muchos para agradecer y muchos otros para pedir su intercesión por el gran milagro del pan y el trabajo.
En esta celebración, es oportuno reflexionar sobre la riqueza espiritual que nos comparte el santo de la Providencia. Además de recalcar el valor del trabajo, San Cayetano nos recuerda que Dios debe ser el centro de nuestra vida, es decir ocupar el primer lugar. Él nos enseña con su vida a reflejar el rostro de amor y misericordia que el mundo de hoy necesita. El trabajo y una mesa compartida en el hogar, con el pan ganado con muestro propio trabajo y esfuerzo, nos ayuden a crecer en la gracia de la fe.
San Cayetano, tuvo una gran confianza en la providencia divina. Con su testimonio de vida nos enseñó acudir a Dios, a través de la oración, ante tantos momentos de necesidades y carencias de la vida.
La historia nos relata que un día, San Cayetano se acercó hasta el altar y dio unos pequeños golpes a la puerta del Sagrario, donde estaban las Hostias consagradas, y con mucha confianza le dijo al Señor: “Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer”.
Luego de un momento unas mulas llegaron con alimentos, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban. La fe incondicional que nos enseña nuestro santo, es el camino que nos mueve a confiar en Dios y pedir su intercesión en este día tan especial. La experiencia del trabajo, permite que la persona humana se desarrolle en todas sus dimensiones: corporal, espiritual y social. Nos induce a contemplar la vida de una sociedad que tiene un centenar de personas sin un trabajo digno.
En medio de tantas adversidades, el Santo del trabajo, nos anima a vivir el valor de la solidaridad, como el buen Samaritano, que estrecha su mano al que más lo necesita, generando así oportunidades de trabajo y vida digna para tantas personas que sufren en nuestra sociedad.
Con su testimonio de vida, nos recuerda que somos peregrinos en esta tierra y nuestra misión es compartir la abundancia de vida y bendiciones que Dios nos ha regalado. San Cayetano, siendo de una familia muy adinerada, confió más en la divina providencia que en sus bienes materiales. En un mundo, donde cada vez más, hay personas que piensan en su propia comodidad y bienestar, Él nos invita a considerar al hermano que necesita, como centro de nuestras prioridades.
San Cayetano nos estimula a emprender un camino de santidad, asumiendo las opciones conscientes en la vida, sea en el trabajo o en la familia imitar al mismo Cristo, en su entrega por amor a los demás.
Hasta el último momento de su existencia, optó por una vida sencilla, colocándole al Cristo presente en el hermano, como centro de su vida. Él es el ejemplo para cada trabajador, que vive la santidad desde su entrega de cada día cualquiera sea la labor que realiza.
Que el modelo de santidad de San Cayetano, nos ayude a priorizar “al otro” en nuestra vida de trabajo de cada día, significando cada tarea por encima de una recompensa… logrando así superar la crisis que vivimos como sociedad a nivel de trabajo – donde se promueve: hacer poco y ganar mucho – costumbre que ha traspasado todos los estamentos de nuestra sociedad y que provoca tanto daño.
Que la fe nos ayude a superar los momentos de incertidumbre, desaliento, preocupación que vivimos como habitantes de este rico y generoso país, recordando que solo el trabajo, y el esfuerzo de cada día, nos permitirán realizarnos personalmente y lograr lo que necesitamos para una gozar de una vida plena.
Que San Cayetano interceda por nuestra patria Argentina, donde cada uno pueda tener un trabajo digno, y juntos celebrar esta gran fiesta de amor y solidaridad.