La de Iván Hnatchuk (72) es una breve historia, pero no por eso menos intensa, que sucedió días atrás en Cerro Azul. El protagonista nació en Ucrania, pero desde hace más de 20 años vivía en Argentina. Los últimos ocho, en esta pintoresca localidad misionera. Aquí compró un terreno y, antes de la pandemia, terminó de construir la vivienda que habitaba con sus propias manos, ya que tiene amplios conocimientos de carpintería gracias al empleo que tuvo en la empresa de un paisano en Llavallol, Buenos Aires.
Aquí vivía solo y tenía esperanzas que alguno de sus tres hijos pudiera unirse a esta experiencia en la tierra colorada. Pero en su país, la guerra sólo trajo muerte y desplazados. Los dos varones esperan ser llamados por el Ejército ucraniano, y Anna, junto a sus dos pequeños, buscó trabajo en Polonia. Semanas atrás, la salud de Iván se resintió y necesitó ayuda. Conocidos y vecinos se preocuparon por él. Jorge Fedyszak y el “Moncho” Gómez, el de la despensa del barrio, comenzaron a ayudarlo, brindándole apoyo y buscando su recuperación. Durante más de un mes dejaron sus ocupaciones y cuidaron que no le pasara nada. Lo llevaron al médico, se preocuparon por la comida y lo acompañaron permanentemente.
Contactaron a la embajada de Ucrania y a Anna, que estaba en una ciudad cercana a Varsovia. Por instrucciones de la representación diplomática, el Consulado de Ucrania en Misiones hizo lo suyo, proveyó los medios para que el hombre estuviera bien atendido, mientras su hija llegaba. “Los de la esquina”, los Schafer, guardaron celosamente sus documentos. Hay que destacar la disposición del intendente de Cerro Azul, Gaspar Dudyk; la Dra. Díaz, del Hospital local; médicos y enfermeras del Hospital Madariaga, de Posadas, y otros tantos vecinos que supieron de la necesidad y llegaron con su ayuda.
Anna, junto a otro solidario, Yosyp Holotnyak, amigo de Iván, también ucraniano residente en Buenos Aires, llegó para ocuparse de la situación. Dicen que el reencuentro “fue mágico, imposible de describir. Al día siguiente, el rostro de Iván, “había cambiado y se lo veía más feliz”. A pesar que había sido una ilusión construirla, Iván pudo “vender” su casa para retornar, primero a Buenos Aires, luego a Polonia y, finalmente, a Chernivtsi (Ucrania), distante a 11.666 kilómetros de Cerro Azul. Seguramente, lleva en el corazón a cada uno de los que le tendieron una mano solidaria.
En comunicación telefónica con Ko’ape, Holotnyak estimó que el problema de salud de su amigo se agravó por la tristeza que le producía la guerra y el hecho de saber que sus hijos pueden ser convocados. A eso se sumó la burocracia que significaba acceder a una pensión. “Encontró muchas trabas en los trámites, mientras tanto tenía que vivir de changas, aunque su hija siempre le enviaba dinero. Siempre hablaba de lo pintoresco de la ciudad y de la gente amable, esa misma que ahora lo atendió hasta que pudo regresar con Anna”, dijo.
A pesar de todo, el mundo tiene buenas noticias, y la gente de Cerro Azul, con su solidaridad, generó una y muy linda.