Esta semana me sorprendió un conflicto en el que me maneje de una manera que me dejó un sabor amargo. Llegó inesperadamente, no lo vi venir y me costó remontarlo.
Aunque lo resolví, el esfuerzo que puse me llevó a reflexionar sobre lo que nos sucede en estas situaciones cuando se nos plantea algo que nos duele con un ser querido.
El conflicto nos desestabiliza, nos vuelve vulnerables, débiles, quizás con algún temor, un poco de confusión y falta de decisión. Particularmente me lleva al ensimismamiento.
A veces, hay quienes se ponen a la defensiva, aparece cierto grado de suspicacia y posicionamientos con algo de agresividad.
La vida está llena de conflictos cotidianos, con más o menos tensión. Hay quienes prefieren evitarlos, eludiendo la confrontación en aras de “vivir en paz” y otros que sobrerreaccionan ante cualquier contratiempo saltando con agresividad a la primera de cambio y son especialistas en crear conflictos incluso donde no los hay.
Ambos extremos son dañinos, quienes ceden o evitan, a priori puede parecer que la pasan mejor y se ahorran el mal trago pero, a la larga, su estrategia es tan mala y tan frustrante como la de aquellos a quienes tanto temen. En el otro término, quienes reaccionan de forma agresiva ante un conflicto puede acabar provocando otros nuevos. Quien lo eluda para evitarse problemas hará que la conducta que provoca el conflicto perdure.
En realidad, la reacción ante un conflicto, una injusticia o algo que no cuadra con nuestra ética tiene mucho que ver con la personalidad de cada quien.
Son diferentes estrategias y formas de expresar las emociones que no resultan intrascendentes ni para la situación ni para cada persona.
Lo que distingue a los que funcionan bien de los que se sienten mal, frustrados, no es que no tengan conflictos o mantenerse en los extremos, sino aplicar estrategias para resolverlos.
En este sentido hay dos cosas que me parecen importantes: en primer lugar registrar cual es la manera más frecuente en que reaccionamos como para equilibrarnos y poder integrar más herramientas. Los conflictos son todos diferentes, en algún momento nos requerirán determinación y en otro no estará mal dejarla pasar. Reconocernos es el primer paso.
Como segundo punto, me parece clave revisar la idea que tenemos respecto al conflicto para verlo como algo positivo. Algo que nos brinda la oportunidad de afrontar una situación que no nos guste para cambiarla.
Los invito a abandonar la idea del conflicto como una pugna en la que uno gana y otro pierde, para verlo como la oportunidad de negociar o consensuar una en que todos podemos ganar.
El conflicto nos permite transformar las relaciones, aprender y ser mejores.
Honremos los desafíos para crecer. Comprender para resolver.