Tarea 1: Observar sin juzgar
Hemos desarrollado la capacidad de identificar aquello que nos hace bien y lo que nos hace mal.
Hemos de distinguir los colores, las formas, las texturas, temperaturas y olores…
Podemos darnos cuenta de lo que nos gusta y no nos gusta, todo el tiempo hay posibilidades de señalarlo, con gestos, acciones, miradas, ademanes, atención o distancia.
Somos capaces de otorgar valoración a mundo que nos rodea, del 1 al 10 ¿cómo estoy?
Ocupamos el lugar de jueces subjetivos, porque creyendo conocer las causas, tomamos partido, reputando, bajo una escala de valores personales, lo que pasa alrededor, lo que nos toca e interpela, lo que ocurre o deja de pasar. Y a partir de experiencias previas, historias vividas, memorias trasmitidas por dentro y fuera de nuestras células vamos por la vida definiendo cada cosa que pasa. Sacando conclusiones.
Y es que de esa manera nos vamos conociendo, sin embargo, muchas veces las subjetividades nos juegan malas pasadas y reflexionamos como si el análisis que hacemos fuera la única verdad.
¿Cómo saber cuál es la verdad?
Partiendo de las bases naturales que cuidan de la integridad de los ecosistemas. Desde el ambiente interno nuestro hasta el de los biomas más complejos y biodiversos. Cuando conociendo las bases que gobiernan la naturaleza e interpretando lo observado y percibido desde una objetividad superior al alcance de nuestros sentidos, tal vez podríamos decir que nos acercamos a una verdad certera, real, completa.
Para ello, una sugerencia, una tarea si se quiere, para esta semana:
1. Conectar nuestros sentidos, con nuestros sentimientos, con nuestras capacidades, con nuestras posibilidades, con nuestras ganas, con nuestras aspiraciones para desarrollar un mayor sentido de coherencia interna. Sólo propia, hacia dentro, con nosotros y para nosotros, para mirarnos y gustarnos, reconocernos que estamos trabajando también para nosotros.
Una vez hecho esto, que puede llevar años, pero iniciando ya estamos en el camino.
2. Anclar esa energía de coherencia interna al suelo misionero. Donde sea que nos encontremos, la ciudad o el campo, un parque natural o el río, al lado de un gato o un caballo, acariciando un caballo. Pero que se trate de un espacio donde exista la naturaleza que podamos sentir aire, suelo, agua, vida, anclar la energía de coherencia implica involucrarnos, responsabilizarnos, compartirnos. Darnos. Veamos qué pasa.
Los escucho, yo también estaré haciendo lo mismo.